Matrioshka

Matrioshka Corbis

Las matrioshkas son las tradicionales muñecas rusas de madera con múltiples figuras en su interior. Fueron inspiradas por un ejemplar de la muñeca japonesa Fukuruma traído a finales del siglo XIX a un taller de juguetes infantiles de Moscú. Serguéi Maliutin, tornero de madera inspirado por la belleza del juguete hizo unas figuras parecidas y otro pintor artesano, Vasili Zviózdochkin, las decoró como una niña vestida con la ropa tradicional del pueblo. El juguete tenía ocho figuras que se ponían una dentro de otra. En aquellos días el nombre Matriona era uno de los más populares para las niñas rusas y desde entonces el juguete lleva el nombre “Matrioshka”.

Simbología

La matrioshka aporta la idea de maternidad, fertilidad, riqueza y vida eterna y es un símbolo de la tierra rusa. La matrioshka, o madre, simboliza la familia grande y unida, la infinidad del mundo. La madre da a luz a una hija, la hija da a luz a otra hija y así… la cantidad de “nietas” dependía de la fantasía y paciencia del artista. La matrioshka refleja la cultura filosófica de Rusia, donde los mitos y los cuentos populares se proyectan en el arte, por eso un artesano que hace muñecas tiene que conocer muy bien el folclore ruso. Quizás, ahí se esconda la metáfora: para entender la verdad y la esencia del alma rusa uno tiene que quitar todas las “capas” que contienen a los descendientes de la memoria histórica del pueblo. Para entender a un ruso hay que ir “sacando” las capas superficiales para finalmente alcanzar el alma.

Hay diferentes creencias sobre las matrioshkas; por ejemplo, existe la idea de que si se pone dentro de una matrioshka una papeleta con un deseo, con toda seguridad se cumplirá, y que, cuanto más tiempo dedicó el artesano a crear el juguete, más rápido se cumplirá el deseo. También se dice que la matrioshka representa el calor del hogar y es un símbolo que lleva a casa amor y esperanza.

La muñeca se ha usado desde su aparición como un juguete creado para los niños pero no solo podían los niños jugar con ella, también podían darle un uso muy práctico ya que a menudo ayudaban en el proceso de aprendizaje de cálculo en las aldeas rusas.

Elaboración de la matrioshka

La técnica básica de elaboración de las matrioshkas requiere mucho tiempo y esfuerzo y no ha cambiado con el tiempo. En pintarla a mano uno puede tardar de tres minutos a tres horas, o aún más, semanas o meses de trabajo. Al principio, las matrioshkas se enceraban, pero más tarde los artesanos empezaron a cubrirlas con laca que conservaba el color y las preservaba de desportillarse. En las primeras matrioshkas pirogrababan los elementos del traje y de la cara. A principios del siglo pasado, cada artista aportaba algo de su propio mundo a la muñeca que estaba haciendo: se dibujaban niñas con falda, con pañuelo en la cabeza, con cestas y ramilletes variopintos y además, la cantidad de figuras que llevaran dentro también era una marca personal del artista. En 1913 se talló una matrioshka que tenía 48 figuras y hoy en día hay juguetes con cien muñecas dentro. A veces las matrioshkas llevaban un secreto adentro. Así, en las entrañas de la muñeca “Novio y novia” se encontraban múltiples parientes; otras estaban dedicadas a eventos o personajes históricos, o a los protagonistas de los cuentos rusos.

Las matrioshkas se modernizan, el juguete que nació como un objeto de artesanía y que en los tiempos soviéticos se producía en serie, ahora empieza una nueva etapa de su vida: se trata de los juguetes de autor, cada uno de los cuales es una verdadera obra maestra.

Las matrioshkas en el mundo y el Museo de la Matrioshka

Las primeras matrioshkas tuvieron mucho éxito en países europeos tales como Francia y Alemania y se vendían ahí a precio muy alto. Hace 100 años ganaron en la Feria Internacional de París su primera medalla de oro por su originalidad. Ahora son los extranjeros los que poseen las colecciones más completas de matrioshkas. Se conoce que un coleccionista norteamericano tiene unas 6000 muñecas y que hay grandes colecciones de matrioshkas en Austria.

Sus precios varían desde unos moderados cinco dólares hasta los 2500. Entre los souvenires rusos, las matrioshkas son de obligada adquisición. Los turistas las compran para llevar a casa un pedacito de la verdadera Rusia. Los políticos soviéticos, extranjeros y las figuras contemporáneas quedan inmortalizados en madera. Así, los rusos promueven y renuevan la tradición de las matrioshkas. 

En 2001, abrió en Moscú el Museo de la Matrioshka, el único en el mundo. Expone copias de las primeras matrioshkas rusas que se pueden comparar con las modernas, con las de finales del siglo XIX con ocho “hijos” adentro y con las figuras japonesas de Fukuruma. En el museo se realizan excursiones guiadas, en las que se puede entender la diferencia entre las matrioshkas de diferentes regiones de Rusia e informarse sobre la vida de sus pintores y artesanos.

Los diferentes motivos que adornan a las matrioshkas reflejan la vida cotidiana de las jóvenes en un pueblo ruso típico. Por eso, el elemento clave de las pinturas es el traje popular. Estos dos fenómenos de artes aplicadas —los juguetes y el vestuario— reflejan el mundo íntimo de cualquier familia rusa del siglo XIX-XX. Las primeras matrioshkas estaban vestidas con trajes de acuerdo con la moda moscovita de aquellos tiempos, pero con el tiempo y con el cambio de la región donde se producían, el atuendo cambiaba. En este museo se puede ver toda la variedad de la ropa que usaron. La colección del Museo de la Matrioshka cuenta con setenta trajes de diferentes épocas (desde finales del siglo XIX-XX), que los coleccionistas buscaron por todas las regiones de Rusia.

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