Historia del judaísmo en Rusia

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Historia del judaísmo en Rusia

Los judíos en la Rusia antigua

Los judíos en la Rusia zarista

Los judíos en la socialdemocracia rusa

Antisemitismo y pogromos en Rusia, el proceso de Beilis

Situación de los judíos después de la revolución rusa

Judaísmo en la Unión Soviética

La primera autonomía judía. Birobidzhán

Los judíos rusos durante la Segunda Guerra Mundial

Antisemitismo posbélico en la Unión Soviética

Situación de los judíos en la Unión Soviética tras la muerte de Stalin

Organizaciones judías en la Federación de Rusia

Historia del judaísmo en Rusia

En la Rusia moderna el judaísmo está considerado oficialmente una de las cuatro religiones “tradicionales” del país. Actualmente esta religión es profesada principalmente en las ciudades. Distintas organizaciones hebreas afirman que el número de sus practicantes ronda el millón de personas.

El judaísmo ruso está configurado por varios grupos de marcado carácter étnico. La comunidad más numerosa está constituida por los judíos asquenazíes, que representan más del 95 % de todos los judíos rusos. Oriundos de Alemania, de la zona llamada por ellos “Ashkenaz”, trajeron de allí su idioma, el yidis (dialecto altoalemán), que se divulgó en su época por todos los asentamientos judíos desde Estrasburgo, la capital de Alsacia, entonces una tierra poblada por alemanes, hasta Smolensk, ciudad rusa.

Otras comunidades judías localizadas en Rusia son: los judíos montañeses del Cáucaso (hablan el idioma tati, subgrupo del persa), los judíos de Georgia (hablan un dialecto del georgiano), los judíos de Bujara (hablan un dialecto del tayiko o del farsi) y el grupo religioso de Karaimos, actualmente de habla rusa, cuyo número en la Rusia moderna varía entre los 300 y 400 miembros (considerado una secta por otros judíos y una religión independiente por la Iglesia ortodoxa rusa, por lo cual en la época zarista sus derechos no fueron restringidos).

Los judíosmontañeses, georgianos y de Bujará están organizados en Rusia en comunidades independientes, todas con presencia en Moscú. Los karaimos carecen de organizaciones religiosas en el país.

Los judíos en la Rusia antigua

Los primeros testimonios sobre el judaísmo en el territorio ruso datan de la época de la derrota del kanato de los jázaros por el príncipe ruso de Kiev, Sviatoslav. En el momento de su máxima expansión los jázaros —un pueblo de origen aún controvertido y practicante del judaísmo— controlaban o tenían bajo control fiscal vastos territorios del sur de Rusia, Kazajistán occidental, este de Ucrania, gran parte del Cáucaso y la península de Crimea.

Cuando el poder en la Rusia antigua pasó definitivamente a manos de la dinastía de los Riúrik, de origen escandinavo, en Kiev y otros principados eslavos ya residían comunidades judías de distinto origen étnico. Prueba de ello fue el testimonio del cronista Néstor: en su relato sobre la leyenda de la adopción del cristianismo en Rusia, el autor mencionó que para hacer su elección a favor de una de las religiones existentes, el príncipe Vladimiro también escuchó a la correspondiente propuesta de los “judíos jázaros”.

Otra “huella” judía en la historia de la antigua Rusia fue la existencia de una herejía conocida como judaizante o zhidóvstvuyuschie (literalmente, “aquellos que siguen las tradiciones judías”), que apareció en Nóvgorod y Moscú en la segunda mitad del siglo XV. A juzgar por los denunciantes (las acusaciones eran algo muy común en la Edad Media), la secta renegaba de la Santísima Trinidad, de la naturaleza divina de Cristo y de la inmortalidad del alma. Además la secta promovía la libertad individual en cuestiones de fe. En 1491, un concilio de obispos rusos decidió aplastar la herejía a la fuerza y el líder del movimiento, Zajaria, fue ejecutado en Nóvgorod por orden de Iván III, el gran príncipe de Moscú. Parte de sus seguidores también fueron ejecutados, otros fueron enviados al exilio.

Los judíos en la Rusia zarista

Entre los numerosos pueblos que formaban parte del Imperio ruso, los judíos fueron una nación discriminada. El judío solo podía acceder a los mismos derechos que el resto de la población a través de la conversión, momento en el que dejaba de ser considerado judío.

Sin embargo, hasta 1772 el judaísmo casi no tuvo presencia significativa en la historia rusa por la sencilla razón de que en el enorme imperio, poblado por un sinnúmero de etnias, casi no había representantes de este pueblo. Más aún, su entrada en Rusia estaba prohibida y únicamente podían acceder al país los výkresty, es decir, los judíos conversos (algunos de ellos ocuparon altos cargos en la administración rusa durante el reinado de Pedro el Grande).

Dejando aparte las razones de tal decisión del Gobierno ruso, dicha regulación, dictada por Isabel I, estuvo vigente hasta 1772, año en que el Imperio ruso participó en el primer reparto de Polonia, junto con Prusia y Austria. Así, en los territorios occidentales de Bielorrusia y Ucrania el imperio de los Románov “heredó” sus primeros 50 000 judíos, residentes en estas áreas.

Tras el tercer reparto de Polonia (1795) y la victoria sobre Napoleón en la guerra de 1812-1814, casi toda Polonia entró a formar parte del Imperio ruso y de este modo cerca de 700 000-800 000 judíos (en el censo se registraban solo hombres adultos que pagaran impuestos, así que la cifra real era mucho más alta) se sumaron al censo de la dinastía de los Románov. Así, en treinta años, el Imperio ruso, que prácticamente no contaba con población judía antes de 1772, se convirtió en el país con el mayor número de judíos del mundo.

Inicialmente Catalina II mantuvo las ideas de la Ilustración con respecto a los judíos, considerados por el Gobierno ruso (y también por otros gobernantes europeos) una nación mal organizada y cuyos oficios y profesiones, que no gustaban al Gobierno ruso (pequeño comerciantes, taberneros, prestamistas, etc.), había que “encauzar”. Por esa razón los decretos del último tercio del siglo XVIII estaban orientados a la emancipación de la población hebrea. Por ejemplo, la ley aprobada en 1780, según la cual todos los judíos quedaban adscritos a alguna clase social con todos sus derechos correspondientes, convirtió a Rusia en el país con la mejor legislación para los judíos.

Sin embargo, pronto la situación cambió y en 1791 Catalina II, fracasados sus intentos de convertir a los judíos y cambiar su modo de vida, les prohibió abandonar sus zonas de residencia tradicional, es decir salir de las tierras donde residían antes de la anexión rusa de los territorios polaco-lituanos y de Moldavia. La Zona de Residencia, que incluía los nuevos territorios polacos y lituanos, se extendía a lo largo de casi toda frontera occidental y meridional del imperio y tenía una población judía superior a cinco millones de personas, lo que representaba la mayor concentración de judíos (40 %) en el mundo en ese momento. Otros territorios donde tenían derecho a residir permanentemente y organizar sus negocios correspondían a provincias meridionales del Imperio ruso, la actual Ucrania.

La Zona no representaba un gueto vigilado y los judíos convivían en estos territorios con otros pueblos. Sin embargo, no tenían derecho a asentarse en otros lugares salvo con la condición de siempre: abandonar su fe y abrazar el cristianismo. Únicamente tenían que elegir entre el cristianismo ortodoxo, el luteranismo y el catolicismo (la misma Catalina II antes de llegar a Rusia para casarse con el heredero al trono, Pedro III, era luterana). Así surge el fenómeno de la Zona de Residencia, también llamada “Zona de Asentamiento” (Chertá Osédlosti) de judíos rusos, fenómeno que persistió hasta 1917.

Desde el principio la autonomía de las comunidades judías en su Zona de Residencia fue respetada por el Estado, por lo que pudieron mantener su tradicional red educativa. La ley de 1791 confirmó el derecho de residencia en los territorios anexados de Polonia y les permitía establecerse en las deshabitadas estepas de la costa del mar Negro, conquistadas a Turquía a fines del siglo XVIII.

Más tarde, se autorizó a los judíos a residir en el Cáucaso y en el centro de la Rusia asiática, territorios donde ya habitaban antes de que fueran incluidos en Rusia.

Sin embargo, las murallas de este “gueto” no se levantaron solo desde fuera, desde el Gobierno, sino también desde dentro. Los judíos se resistían a su asimilación para mantener su cultura y sobre todo su religión. Un ejemplo típico de la resistencia judía frente a los intentos de cambiar su modo de vida fue la historia del reclutamiento para el servicio militar, muy duro y largo (veinticinco años) en Rusia.

La correspondiente ley fue aprobada durante el reinado Nicolás I, en 1827, y fue percibida por las comunidades judías como un trágico capítulo de su historia. ¿Por qué tan trágica? El servicio militar era extremadamente duro, pero era igual de duro para todos. Sin embargo, para los judíos estaban muy claro: se trataba de un intento de “convertirlos”, ya que seguir practicando el judaísmo en el Ejército era prácticamente imposible. No obstante, la ley tenía sus peculiaridades para las comunidades judías: pese a que se reclutaban dos veces más judíos en proporción a otras etnias del imperio, las comunidades judías tenían el derecho a “suministrar” al Ejército adolescentes a partir de doce años.

Hay que destacar un asunto importante: la ley no obligaba a las comunidades judías a enviar al Ejército a menores. Se trataba de una decisión propia que tenía su lógica, ya que normalmente un joven judío de dieciocho años ya estaba casado y tenía hijos.

Inicialmente el propio Nicolás I solicitaba informes mensuales sobre la cantidad de conversos. Probablemente este sistema de reclutamiento fue el único intento represivo en la política de los Románov de cristianizar en masa a los judíos.

Además el Gobierno estimuló las actividades agrícolas entre los judíos, sobre todo en las regiones sureñas de Rusia. Estos colonos quedaban exentos del servicio militar.

Durante el reinado de Nicolás I se emprendieron otros esfuerzos que coadyuvaron a una “modernización” de la vida de los judíos y a crear una capa social de “judíos ilustrados”. En los años cuarenta del siglo XIX el Ministerio de Educación impulsó una serie de reformas llamadas a asimilar a los judíos en la vida rusa. Las reformas reposaban sobre dos pilares: la abolición de la autogestión de las comunidades judías para someter a todos los judíos a la jurisdicción ordinaria (muy importante, ya que dentro de las comunidades los judíos mantenían herméticamente sus tradiciones y forma de vida) y la formación de una red de escuelas laicas para judíos, donde todas las asignaturas se estudiaran en ruso, salvo la religión, que se estudiaría en “alemán” (posiblemente así fuera definido el yidis, de base alemana, en la legislación rusa de entonces).

Estas instituciones, a las cuales las temerosas masas judías enviaron a sus hijos, sirvieron de base para una nueva clase de judíos ilustrados y rusohablantes que tuvieron un papel muy importante en el mundo judaico y con frecuencia en la cultura rusa de las siguientes generaciones.

La situación de los judíos cambió bruscamente al ascender al trono Alejandro II. Los jóvenes comenzaron a ingresar libremente en centros de enseñanza secundaria y universidades y, aunque de forma muy selectiva, el Estado abrió las puertas de la Zona de Residencia. Los grupos con derecho a abandonar la Zona eran: personas con enseñanza superior, médicos, tecnólogos, dentistas, enfermeros, artesanos y obreros cualificados, soldados retirados y los jóvenes que fueran a cursar cualquier tipo de estudios. La Zona perdió su carácter de gueto.

En 1862 en los territorios occidentales del imperio se permitió a los judíos adquirir tierras. Aunque la ley estuvo vigente solo durante dos años, en este corto periodo la familia judía de azucareros Brodski compró tanta tierra que le alcanzó para crear un “imperio del azúcar”. Con la instalación de numerosas fábricas el fundador de la empresa, Israíl Brodski, pudo suministrar azúcar a todas las capas de la población, incluidos campesinos que nunca lo habían probado y solo lo habían visto en las mesas de sus nobles señores.

A raíz de las reformas de Alejandro II, en San Petersburgo, capital del imperio, nacieron organizaciones judías de servicios humanitarios. Quizá la más conocida de ellas fuera la fundación ORT, Organización para la Capacitación Artesanal y Agrícola, existente hasta hoy día, fundada en 1880 por Nikolái Baxt, profesor de Fisiología de la Universidad de San Petersburgo, Samuel Poliakov, contratista de ferrocarriles, y el banquero Goratsi de Guintsburg, quien también aportó, además de su influencia como consejero de Alejandro II, amplios recursos financieros y fue el principal sostén económico hasta la Revolución. Más tarde la ORT extendió sus actividades a varios países del mundo, con sucursales en Berlín, París, Ginebra, Londres, etc. y fue reconocido oficialmente por varios Gobiernos en países en los que vivían importantes comunidades judías.

En San Petersburgo, centro de la actividad industrial del país, trabajaban banqueros, ingenieros y técnicos. De las universidades rusas salían ingenieros y doctores en medicina.

Importante es también el aporte de los judíos a la cultura rusa. El pintor paisajista Isaak Levitán y el escultor Mark Antokolski gozan de gran fama a nivel nacional.

La mayor parte de leyes sobre la población judía aprobadas durante el reinado de Alejandro II ampliaron los derechos de esta comunidad; sin embargo, el imperio no pudo o no quiso llevar a cabo su completa emancipación.

Aunque sigue habiendo desacuerdo entre los expertos, la opinión más difundida es que el imperio simplemente… se asustó de la cantidad de judíos, más de cinco millones, que residían en Rusia y se mostraban los más activos y ágiles en los negocios.

Según el primer censo de la población, efectuado en Rusia en 1897, en el imperio vivían 5 110 548 personas que practicaban el judaísmo, 3 578 229 de los cuales vivían en las Zonas de Residencia, mayoritariamente en la parte occidental de Ucrania y Bielorrusia, otros 1 321 100 en Polonia y 202 000 en otros territorios del imperio… representaban el 4 % de la población de la parte europea. No parece mucho, pero al mismo tiempo ese 4 % constituía el 50 % de la población urbana de Lituania y Bielorrusia y en torno al 30 % de la población urbana de Ucrania.

Los judíos en la socialdemocracia rusa

Además de al incipiente sionismo, gran parte de los jóvenes judíos se aficionaron a las ideas socialistas. Cientos de jóvenes marcharon a Palestina, donde establecieron los primeros asentamientos y en octubre de 1897 fue instituida la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, más conocida con el térmico alemán “Bund”, federación o unión. Su objetivo era la unión de todos los trabajadores judíos del Imperio ruso en un solo partido socialista.

Otra gran parte de la juventud judía ingresó directamente en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. En las filas de algunos de los principales partidos revolucionarios rusos —el Partido Social Revolucionario y el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia— había numerosos judíos. Aunque gran parte de la fracción bolchevique de la socialdemocracia rusa era judía, su cantidad era aún mayor en la fracción menchevique del mismo partido. Bastaría con recordar los nombres de ambos fundadores y líderes de esta fracción: Yuli Mártov y Pável Axelrod. Aún más conocido se hizo Leiba Bronshtéin, el nombre verdadero de Lev Trotski, líder bolchevique y el fundador del Ejército Rojo.

Pero seguramente pocos de los que no son judíos saben que tanto Trotski como otros líderes comunistas, como Svérdlov, Zinóviev (Radomislski), Kámenev (Rosenfeld), etc. no eran precisamente personas religiosas, sino adversarios del judaísmo.

Justo en el mismo periodo en Europa, y sobre todo en Rusia, emerge y empieza a dominar un nuevo tipo de antisemitismo, el antisemitismo moderno. Los judíos, antes consideradas personas perezosas a las que había que “corregir”, se veían “malos” porque parecían fuertes, astutos y mejor adaptados para el nuevo ambiente del capitalismo. En otras palabras: una fuerte competencia. Y además, varios de ellos formaban parte de distintas organizaciones revolucionarias.

Antisemitismo y pogromos en Rusia, el proceso de Beilis

La palabra rusa pogrom engrosa el vocabulario de varias lenguas…

Con el desarrollo de los movimientos revolucionarios en Rusia a finales del siglo XIX e inicios del XX resurgen las restricciones legales a los judíos. Tras el asesinato del zar Alejandro II, en 1881, una oleada de pogromos que duró hasta 1883, en los que la Policía local no hizo nada para impedir asesinatos y violaciones, azotó varias comunidades sureñas de Rusia.

El nuevo zar, Alejandro III, abolió la autonomía de los centros de educación superior y las elecciones de los rectores y decanos y estableció un control policial sobre los estudiantes. Fue prohibida la admisión de los hijos de sirvientes, cocineros, cocheros, etc. en los colegios

En este ambiente, en 1887 entró en vigor la ley que establecía una cuota de judíos en las universidades. Asimismo fue dictada la expulsión de pequeños comerciantes y artesanos judíos de Moscú en 1891.

Dicha situación conllevó una oleada de emigración de judíos, mayoritariamente a Estados Unidos, por una parte, y la incorporación de parte de la juventud radical hebrea en distintos movimientos revolucionarios y sionistas. Al mismo tiempo, empezó a decaer la influencia de la religión en gran parte de la juventud “ilustrada” judía. Sin embargo, en el censo de 1897 solo 67 000 judíos afirmaron que su idioma natal era el ruso, mientras que la aplastante mayoría de judíos indicó el yidis.

Los sucesos más graves sucedieron entre 1903 y 1906. Con frecuencia detrás de los pogromos estaban las tristemente famosas Centurias Negras. Hasta 1906 el antisemitismo, contando con el “silencioso” apoyo del Gobierno ruso, que solía castigar a muy pocos participantes de pogromos, tenía distintas formas: tanto la organización de pogromos como la falsificación y la publicación de libelos como Los protocolos de los sabios de Sion.

Un conocido caso de marcada persecución religiosa fue el famoso proceso Beilis, de 1911, relacionado con un libelo de sangre.

Aunque ya en 1817 el zar Alejandro I había prohibido el libelo de sangre, que tanto terror y sufrimiento había causado a las comunidades judías en varios siglos, Menajem Mendl Beilis, el encargado administrativo de una fábrica de ladrillos de Kiev, fue acusado de supuesto uso de sangre cristiana cuando apareció el cuerpo mutilado de Andréi Yuschinski, un niño de doce años, en una excavación a las afueras de Kiev.Pocos días más tarde y en vísperas de la Pascua judía un diario de San Petersburgo echó más leña al fuego nacionalista al afirmar que una secta religiosa judía (Jasidim) estaba detrás del asesinato del niño.

Escritores e intelectuales rusos como Maxim Gorki, Vladímir Korolenko, Alexandr Blok o el científico Vladímir Vernadski denunciaron la falsedad de las acusaciones. En el extranjero la condena del proceso fue protagonizada por el escritor francés Anatole France y por Bernard Shaw en el Reino Unido. Corresponsales extranjeros y rusos recogieron la evolución de los acontecimientos en numerosos artículos. En el proceso intervinieron varios conocidos abogados de Moscú.

Finalmente, el tribunal dictaminó en 1913 la absolución de Beilis por no disponer de pruebas contundentes, pero la sentencia recogía la existencia del asesinato ritual.

Entre 1881 y 1914 más de dos millones de judíos emigraron de Rusia. La enorme mayoría se dirigió a Estados Unidos. Algunos grupos se marcharon a Palestina, Argentina y otros países. Durante la Primera Guerra Mundial la Zona de la Residencia dejó de existir de facto ya que un gran número de judíos huyó al interior de Rusia.

Situación de los judíos después de la revolución rusa

A raíz de la revolución rusa de marzo de 1917 la Zona de Residencia quedó definitivamente anulada por un decreto del Gobierno provisional ruso y muchos judíos se dirigieron a Moscú, a San Petersburgo y a otras ciudades grandes del país.

Pero la mayor parte se quedó en las ciudades de la Zona de Residencia en el sur del ya desintegrado Imperio ruso, donde posteriormente caerían en manos de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. En el caos “revolucionario” y durante la guerra civil que estalló en 1918, gran parte de la Zona y de sus habitantes pasó a ser parte de Polonia, que anexionó zonas occidentales de Ucrania y Bielorrusia en 1920.

Pese a la anulación de las “restricciones por motivos religiosos y étnicos”, los años de guerra civil fueron el periodo en el que se registraron mayor cantidad de pogromos y agresiones a judíos. En el caos de la contienda fueron registrados 1236 actos antisemitas, entre ellos 887 pogromos, es decir, acciones violentas de gran escala, en la gran mayoría en el este de Ucrania y Bielorrusia. Aunque todavía no existen estadísticas exactas sobre aquellos asesinatos y violaciones en masa, la mayor parte de los historiadores estima que el número de víctimas mortales entre los judíos en aquellos años ronda las 100 000 personas. Decenas de miles de mujeres fueron violadas.

Aunque en los pogromos participaron efectivos de todas las partes beligerantes (el Ejército Rojo —aunque en este caso los actos casi siempre conllevaban un severo castigo—, el Ejército Blanco, milicias locales semibandidescas, etc.), cerca de 40 % de estas acciones, y además las más crueles, son atribuidas al ejército de nacionalistas y separatistas ucranianos Simón Petliura, gobernante de Ucrania en 1918-1919.

En 1920 millones de judíos se quedaron en los territorios que se separaron del imperio tras la revolución rusa: en Polonia (que anexó parte de Ucrania y Bielorrusia), Lituania, Letonia, Estonia, así como en Besarabia (ahora parte de Moldavia), ocupada por Rumania. Gran parte de los asentamientos judíos que más habían padecido los pogromos atravesaron una profunda crisis. Algunos fueron abandonados por completo. La juventud judía se marchaba a las grandes ciudades, dando preferencia a Moscú y San Petersburgo (entonces Petrogrado).

Anulada la discriminación, los judíos se adaptaron mejor que el resto de la población al desarrollo de las urbes que sobrevino a la industrialización de la URSS.

Judaísmo en la Unión Soviética

En su anticlericalismo los bolcheviques fundaron una sección judía dentro de su partido para desplegar una lucha contra los rabinos y el judaísmo dentro del pueblo hebreo. Al igual que en el caso de otras religiones, se cerraron sinagogas y se detuvieron y se fusilaron rabinos. Muchos de ellos tuvieron que emigrar del país.

Igual de perseguido fue el idioma sagrado de los judíos, el hebreo, cuya enseñanza estuvo prohibida hasta 1988. El hebreo, como “lengua muerta” fue opuesto al yidis, como lengua “tradicional” hebrea.

El judaísmo, única religión de carácter casi monoétnico, fue la fe más “contrarrevolucionaria” y representaba una “amenaza” al internacionalismo oficialista.

No obstante la oficial ideología internacionalista, el antisemitismo a nivel popular y en la vida cotidiana, tan arraigado en la mentalidad rusa, se dejó sentir durante casi todos los años del poder soviético.

La primera autonomía judía. Birobidzhán

La decisión de fundar una patria soviética para los judíos “soviéticos” como una alternativa al sionismo, que proponía crear un territorio judío en Palestina, fue tomada en 1928. Aunque la Unión Soviética prohibía la práctica religiosa del judaísmo, dejaba a los judíos espacio para su cultura y sus costumbres. Una alternativa al sionismo.

Actualmente este fracasado proyecto tiene el estatus de Provincia Autónoma Judía. Geográficamente está situada en el Lejano Oriente y comparte frontera con China. Tiene un área de 36 000 kilómetros cuadrados y una población de poco más de 160 000 personas, de las cuales solo el 1 % (1628 personas, según el censo del 2010) son judías, el resto son principalmente de etnia rusa (casi un 90 %) y ucraniana.

Para implementar esta idea se desplegó una amplia campaña propagandística que invitaba a todos los judíos a estas lejanas tierras, situadas a 8800 kilómetros al este de Moscú y destinadas a instituir laRegión Autónoma Judía (con la perspectiva de convertirse en República Autónoma Judía). Reforzada aún más la idea por medio del cine, el impacto fue tan fuerte que miles de judíos emigraron a Birobidzhán, el centro administrativo de la provincia, desde fuera de la Unión Soviética, incluidos varios centenares desde Palestina.En 1934 este territorio quedó constituido en la Región Autónoma Judía dentro de la URSS y el ruso y el yidis fueron designados sus lenguas oficiales.

Por otra parte, tal vez otro objetivo del proyecto fuera incrementar el número de asentamientos humanos en el casi despoblado Lejano Oriente soviético, especialmente a lo largo de la vulnerable frontera con China. La población judía alcanzó el 20 % de la población total de la zona en 1939, después de lo cual el porcentaje de participantes en el “proyecto Birobidzhán” fue en declive, sobre todo durante la gran emigración a Israel iniciada a finales de los años sesenta del siglo XX.

Los judíos rusos durante la Segunda Guerra Mundial

La relativa suerte de los judíos de la URSS duró poco: la invasión nazi supuso la muerte para varios centenares de miles, ya que toda el área de la antigua Zona de Residencia fue ocupada por las tropas alemanas. Al igual que en el resto de Europa muy pronto se puso en marcha el exterminio sistemático de judíos, lo cual conllevó la casi desaparición completa de la vida en el área donde antes residían de forma compacta.

Al drama del holocausto se sumaron los pogromos y asesinatos en masa de judíos organizados por los colaboracionistas en los territorios ocupados, la entrega de judíos que escapaban a los comandos de las SS, y la ayuda a los nazis en la identificación de personas de origen judío entre los prisioneros de guerra.

El antisemitismo en la retaguardia se manifestaba en una gran difusión de rumores sobre que los judíos “no pelean”, que “no están entre los combatientes de la primera línea” y que los hay de sobra en el servicio logístico, en los grupos de propaganda, etc. Quizá el más conocido apologeta de esta teoría fuera el famoso escritor ruso, premio Nobel en literatura, Alexandr Solzhenitsyn, en su libro Doscientos años juntos.

Antisemitismo posbélico en la Unión Soviética

La acción antisemita de Stalin más conocida fue la detención y fusilamiento de casi todos los miembros del Comité Judío Antifascista entre 1948 y 1949.

El Comité estaba encabezado por el popular actor y director del Teatro Nacional Judío de Moscú, Solomon Mijoels. A inicios de 1948 se anunció la muerte del famoso actor en un accidente en extrañas circunstancias (varios años más tarde se reveló que fue asesinado por agentes de la Policía secreta y atropellado por un camión) y fue enterrado con todos los honores. Ese mismo año el Comité fue disuelto y muy pronto sus miembros fueron detenidos bajo las típicas acusaciones de traición, de espionaje para los Estados Unidos, etc. Antes del arresto fueron acusados de haber intentado crear un estado judío en la península de soviética de Crimea. Salvo Lina Shtern, otros catorce miembros del Comité fueron condenados a muerte en 1952. En aquella época las ejecuciones se llevaban a cabo al día siguiente del fallo del tribunal…

En 1949 fue arrestada y recluida la esposa del hasta poco antes omnipotente Viacheslav Mólotov, Polina Zhemchuzhina, acusada de haber estado relacionada con el Comité. Mólotov ni protestó.

En enero de 1949 se lanzó una campaña mediática de gran escala contra los “cosmopolitas sin raíces” dirigida contra los intelectuales. En todo el país se revisó el contenido de libros, películas, estudios científicos, etc. en busca de referencias a autores extranjeros.

La campaña antisemita hizo una pausa debido a los acontecimientos en torno a la creación del Estado de Israel, en 1948. La URSS respaldó enérgicamente la idea de la independencia de Israel, (en aquel entonces Palestina se encontraba bajo administración británica) con el fin de obtener en el nuevo Estado un aliado en la región. La URSS fue uno de los primeros países en reconocer a Israel. Enorme importancia en la lucha por la independencia del nuevo Estado tuvieron las armas de fabricación checoeslovaca y alemana facilitadas a la milicia israelí. El suministro fue sancionado personalmente por Stalin, pero muy pronto se reveló que Israel no estaba dispuesto a seguir la estela de la política soviética.

En 1952 empezó una ola de arrestos conocida en el país como el “complot de los médicos”. Las detenciones estuvieron preferidas por una intervención de Stalin en una reunión del Buró Político, el “areópago” del partido, el uno de diciembre de 1952, en la que pronunció las siguientes palabras: “Todo sionista es agente del espionaje estadounidense. Los nacionalistas judíos piensan que su nación fue salvada por los Estados Unidos, allá donde ellos pueden hacerse ricos y burgueses. Piensan los judíos que tienen una deuda con los estadounidenses [...] Entre los médicos, hay numerosos sionistas”.

En enero de 1953 el diario Pravda, periódico oficial del Partido Comunista, informaba sobre el arresto de un grupo de conocidos profesores de medicina (entre ellos Mirón Vovsi, médico personal de Stalin), casi todos judíos, bajo la acusación de haber organizado un presunto “grupo terrorista” con el objetivo de eliminar mediante un tratamiento a líderes del partido, Gobierno y varios mariscales del Ejército. Entre las múltiples acusaciones figuraba que algunos de ellos trabajaban para la CIA, otros para los servicios secretos británicos, etc. En general, todo transcurrió al estilo de las famosas purgas de 1937-1938.

Se avecinaba una nueva purga, esta vez de marcado carácter antisemita. Según varios testimonios ya estaban en marcha los preparativos para un éxodo de judíos al Lejano Oriente, pero en medio de la campaña, el uno de marzo Stalin tuvo una hemorragia cerebral y el tres de marzo se anunció su muerte. Muy pronto se suspendieron todos los arrestos y acciones contra judíos. El diecisiete de marzo fue arrestado y en el mismo año fusilado el conocido por su extrema crueldad y participación personal en torturas, antisemita convencido y jefe del departamento de Investigaciones del Ministerio de Seguridad Estatal, Mijaíl Riumin.

Situación de los judíos en la Unión Soviética tras la muerte de Stalin

Los posteriores problemas con el antisemitismo estuvieron relacionados con la política en Oriente Próximo de la Unión Soviética, que se situó claramente del lado de los Estados árabes en su lucha contra Israel.

Según datos de 1960, aunque los judíos representaban solo el 1 % del total de la población del país, el 15 % de los médicos eran judíos, así como el 9 % de los escritores y periodistas, el 10 % de los hombres de leyes, el 7 % de los actores, músicos y artistas; el 10 % de los miembros de la Academia de Ciencias y el 34 % de los trabajadores del cine.

No obstante estas alentadoras estadísticas, tras la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, en 1967, en la URSS se lanzó una potente campaña antisionista, que en la práctica con frecuencia se traducía en vulgar antisemitismo. En particular, fue limitado, aunque no oficialmente, el ingreso de judíos en los más prestigiosos centros de enseñanza superior, al igual que en organismos de seguridad estatal. Asimismo se procuraba limitar la admisión de judíos en varias instituciones del país.

En estas condiciones las autoridades permitieron una parcial emigración del país, que no dejaba de estar flanqueado por un telón de acero, a los judíos que hubieran obtenido un visado israelí.

Según el censo de 1970, año en el que empezó una nueva emigración judía de la URSS, la cantidad de hebreos en la Unión Soviética era de 2 151 000 personas.

Se calcula que entre 1970 y 1988, año en el que se hizo posible salir libremente del país, unos 291 000 judíos abandonaron la Unión Soviética. El año récord fue 1979, cuando lo lograron 51 000. En los años 1982-1986 la emigración estuvo muy restringida, por lo que en este periodo tan solo 7000 judíos y miembros de sus familias pudieron abandonar el país.

Cabe destacar que en gran medida el deseo de los ciudadanos soviéticos, entre ellos judíos, de escapar del “país del socialismo triunfador” se debía a razones económicas, y en este aspecto los hebreos resultaron un pueblo privilegiado dado que tenían la posibilidad de emigrar, aunque con problemas. Justo en estos años nació el cínico dicho ruso “una esposa judía es más que una esposa: es un medio de transporte”. La gente simplemente se iba de la URSS para vivir mejor. No es de extrañar que la mayor parte de los “repatriados” en estos años se asentara en los Estados Unidos y no en Israel.

Empezada la perestroika de Mijaíl Gorbachov y anulada la censura en la URSS, se manifestaron aún más los ánimos nacionalistas de muchos pueblos que formaban parte del “ser soviético”. Al mismo tiempo empeoró la situación económica del país y como siempre en estos casos aparecieron varios rumores sobre eventuales pogromos. Todos esos fenómenos juntos conllevaron un éxodo de judíos soviéticos a Israel, azuzado por la propaganda de la Agencia Judía para Israel (JAFI), entidad estatal israelí que se dedica a organizar la repatriación de judíos, la llamada aliá.

En cuatro décadas (entre 1970 y 2009) más de 1,9 millones de judíos, muchos de ellos con sus esposos de otras nacionalidades, abandonaron el territorio de la URSS. La mayoría de ellos, más de 1,6 millones, emigraron entre 1989 y 2009.

No obstante la emigración, el judaísmo en la Rusia actual está viviendo una época de renacimiento, se restauran viejas sinagogas y se construyen nuevas.

Organizaciones judías en la Federación de Rusia

Hoy en día en el país actúan varias organizaciones religiosas judías. Las más importantes son: la Federación de Comunidades JudíasdeRusia(FEOR, por sus siglas en ruso) y el Congreso de Comunidades y Organizaciones Religiosas Judías de Rusia (KEROOR, por sus siglas en ruso). La primera de estas es la más numerosa y está patrocinada por el conocido multimillonario ruso Román Abramóvich.

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