Andréi Tarkovski
Andréi Tarkovski es uno de los directores de cine ruso más conocidos y premiados fuera de su país. Para muchos amantes del séptimo arte de distintos países su nombre simboliza el cine clásico ruso tanto como Serguéi Eizenshtéin (con frecuencia escrito “Eisenstein”) y Serguéi Bondarchuk. Hoy en día continúan apareciendo muchos libros e investigaciones dedicados a la filosofía y concepciones fílmicas de este afamado director, cuyo camino en el arte transcurrió bajo la presión de la censura soviética.
Búsqueda de un camino y primeros éxitos
Tarkovski nació en 1932 en una aldea de la región de Ivánovo (Rusia central), en una familia de artistas: su padre era el conocido poeta Arseni Tarkovski y su madre era escritora, aunque no logró publicar. En 1951 Tarkovski ingresó en la Universidad de Orientalismo de Moscú pero un año después tuvo que abandonar los estudios por problemas de salud. En 1953 trabajó durante un año como geólogo en una expedición científica en Siberia.
En 1954 Tarkovski ingresó en la principal universidad de cinematografía del país, la VGIK. Sus años de aprendizaje coincidieron con la época del “deshielo” de Jruschov, marcada por el aumento de la producción de filmes y cierta liberación de la expresión en el arte. Así, en 1956 Tarkovski puede dirigir su primer film, el cortometraje Los asesinos, basado en el cuento de Ernest Hemingway y apreciado por sus profesores.
El realizador obtuvo su primer éxito en 1960 con su proyecto de fin de carrera La apisonadora y el violín. El cortometraje sentimental para niños sobre la amistad entre un chico que toca el violín y un conductor de apisonadora mostró el brillante talento del entonces muy joven director, que recibió el principal premio en el festival de películas estudiantiles de Nueva York.
Los años 60: las dos primeras obras maestras
Tras la graduación en la VGIK, Tarkovski inicia la producción de su primer largometraje, La infancia de Iván (1962). El filme narra el trágico destino de un niño huérfano que en los años de la Segunda Guerra Mundial se convierte en explorador militar, luego del asesinato de su familia por los soldados nazis. En esa cinta Tarkovski logró mostrar los horrores de guerra desde el punto de vista de un niño de 12 años, cuya mentalidad está dañada por la dura realidad y por los sufrimientos que tuvo que experimentar. La cinta también destaca por el genial trabajo del camarógrafo Vadim Yusov, con quien Tarkovski colaboró en cuatro películas.
El filme recibió varios prestigiosos galardones cinematográficos, entre ellos el León de Oro del festival de Venecia, y resultó ser el primer gran triunfo internacional del director. La infancia de Iván fue muy apreciado entre maestros del cine mundial como Ingmar Bergman y Krzysztof Kieślowski.
La segunda película de Tarkovski, Andréi Rubliov (1966), se centra en la vida del famoso pintor ruso del siglo XV. El filme consiste en varios relatos que unidos forman un amplio panorama de la dura vida del pueblo ruso bajo las invasiones tártaras. La cinta está llena de reflexiones filosóficas sobre los destinos del pueblo ruso, la fe en Dios y la difícil fortuna del artista en el país.
El filme fue severamente censurado por las autoridades soviéticas y hasta 1971 el público ruso no pudo la obra (aunque solo la versión censurada). Pese a las restricciones, la cinta pronto se convirtió en un gran evento del cine mundial. Recibió el premio de la crítica FIPRESCI y del Festival de Cannes, y entró en la lista de las 100 mejores películas del cine mundial. Hasta ahora Andréi Rubliov sigue estando considerada una de las películas con más talento sobre la historia rusa.
Los años 70: ciencia-ficción y reflexiones autobiográficas
A inicios de los años 70 Tarkovski comienza a rodar su siguiente cinta, Solaris (1972), basada en la novela homónima del escritor polaco Stanisław Lem. La idea de esa película apareció después de que el cineasta viera el afamado filme del estadounidense Stanley Kubrick 2001: una Odisea en el espacio, de 1968.
Solaris está ambientada en una estación espacial, donde un grupo de astronautas se convierte en víctima del enigmático océano del planeta Solaris, que materializa sus recuerdos. Mediante esta trama, Tarkovski medita sobre la conexión del progreso técnico con los valores morales, la debilidad y pequeñez del ser humano ante los enigmas del Universo y muchas otras complicadas cuestiones filosóficas.
El autor de la novela, Stanisław Lem, comentó que no le gustó la película porque no correspondía con las concepciones de su libro. Pero la cinta volvió a traer fama al director en Occidente y este recibió varios galardones, incluido el premio especial del Festival de Cannes. Solaris se considera un clásico de la ciencia-ficción mundial.
En 1974, salió a las pantallas la película más íntima de Tarkovski, El espejo. El filme no tiene una trama única y refleja de forma artística las memorias del autor. Tarkovski presenta su propia infancia durante la Segunda Guerra Mundial, las imágenes de sus padres, parientes y amigos. Es la visión retrospectiva de un artista que ya tiene más de 40 años, un íntimo retrato de época. En la cinta se puede escuchar la poesía del padre de Tarkovski, leída en voz alta por el mismo poeta.
En su siguiente obra, Tarkovski vuelve al género de la ciencia-ficción. Stalker (1979) narra el viaje de tres hombres a través de un lugar abandonado post apocalíptico, conocido como “la Zona”. Allí buscan una habitación que tiene la capacidad de cumplir los más recónditos deseos de una persona.
En esta cinta el cineasta profundiza en su particular estética narrativa con tomas largas, alternadas con diálogos filosóficos y poemas. Es una de las obras más complicadas del artista, ya maduro y experimentado en la vida y en el arte. En la URSS la cinta no fue proyectada ampliamente, ya que los censores opinaron que no sería popular por su trama complejo y estilo meditativo. Pero en el extranjero Stalker fue aceptado con entusiasmo y galardonado con varios premios en Cannes y en varios otros festivales internacionales.
Los años 80: vida y obra fuera de la URSS
En 1982, Tarkovski llegó a Italia para rodar su siguiente película, Nostalgia (1983), un meditativo drama filosófico sobre un escritor ruso que viaja por Italia para recoger material para su nuevo libro. Durante su viaje, el personaje conoce a varias personas que cambian toda su vida posterior. En la preparación del guión participó el famoso dramaturgo italiano Tonino Guerra, colaborador de Federico Fellini.
Tarkovski se sintió más libre en su creación sin la presión de la severa censura soviética y tras concluir el rodaje, el cineasta decidió no volver a la URSS y quedarse en Europa. Antes se había quejado muchas veces de la opresión y limitaciones a las que se había tenido que enfrentar durante su trabajo en Rusia.
Su última cinta, el melancólico drama místico Sacrificio (1986) rodado en Suecia, refleja el respeto de Tarkovski por el gran director sueco Ingmar Bergman. El papel principal fue interpretado por uno de los actores preferidos de Bergman, Erland Josephson, y el camarógrafo de la película fue Sven Nykvist, quien también colaboró con Bergman en sus más destacadas obras.
Nostalgia y Sacrificio recibieron la aclamación de la crítica occidental y fueron premiados en varios festivales, pero no mostraron nuevos horizontes creativos ni mostraron realmente la pasión narrativa del director, tan característica de sus obras rodadas en la Unión Soviética. Al parecer, la libertad de creación por fin alcanzada en Europa no fue un impulso para su obra.
Durante el rodaje de Sacrificio Tarkovski ya estaba gravemente enfermo de cáncer de pulmón. Tras el estreno de su última obra, su estado de salud se agravó y el cineasta murió el 29 de diciembre de 1986, en París, con 54 años. Fue enterrado en un cementerio para inmigrantes rusos en Francia, en la localidad de Sainte-Geneviève-des-Bois.
Influencia en el desarrollo del cine
Como Eizenshtéin, Andréi Tarkovski es uno de los máximos representantes del cine ruso en el extranjero. Igual que su genial predecesor, logró elaborar nuevas formas de narrativa cinematográfica, que influyeron en la nueva generación de cineastas. El director desarrolló varias interesantes teorías, entre las cuales destaca la de “esculpir en el tiempo”: el cineasta debe trabajar un bloque de tiempo como el mármol y dejar al descubierto la imagen cinematográfica.
Muchos directores rusos y extranjeros no solo expresaron su admiración por las obras de Tarkovski, sino que trataron de imitar su estilo narrativo, con largas tomas, refinadamente compuestas, lentos diálogos filosóficos, frecuentes imágenes de naturaleza y especialmente de la lluvia y del agua. Por ejemplo, el reciente film ruso El retorno (2003), ganador del León de Oro de Venecia, fue comparado por muchos críticos y espectadores con las cintas de Tarkovski.
Aparte de ser director de cine, Tarkovski participó en la preparación de los guiones de todas sus películas y en varios films apareció como actor. Además, dos veces trabajó como director teatral. En 1977, dirigió el espectáculo Hamlet en un teatro moscovita, que gozó de gran popularidad entre los amantes del teatro y los críticos. Cuando ya vivía en el extranjero, dirigió en 1983 la clásica ópera rusa Borís Godunov, en el Teatro Real de la Ópera de Londres.
Los diarios íntimos de Tarkovski se han publicado recientemente en Rusia. En ellos el cineasta reflexiona sobre su camino en el arte, las relaciones con sus familiares y sus conflictos con la censura soviética, que no quería aprobar muchas de sus ideas y guiones y después se negaba a proyectar la versión completa de sus películas.
Tras la muerte del director se creó la Fundación Andréi Tarkovski, encabezada por su hijo Andréi, con sedes en Moscú, Florencia y París. En este fondo se conservan los archivos documentales del cineasta, que incluyen guiones, fotografías y artículos del propio director.