Islas Solovetskie

Islas Solovetskie Flickr / Kaiser Sozo

“Islas Solovetskie” o “de Solovkí” es el nombre que recibe el archipiélago más enigmático del norte ruso. La excepcionalidad de estas islas se aprecia en cada elemento: desde su peculiar naturaleza forjada por siglos de clima extremo, hasta sus monumentos cargados de historia antigua y reciente. En ellas se refleja, como en un espejo, toda la historia de Rusia, tanto los períodos de florecimiento como los tiempos trágicos.

Este rincón legendario está en el golfo de Onega, en el mar Blanco, a solo unos 165 kilómetros del círculo polar ártico.

“El paisaje de Solovkí contrasta mucho con las tierras vecinas: como si la naturaleza, agotada de crear pantanos y tundra, hubiera reunido sus últimas fuerzas para producir en la isla un mundo nuevo, especial, donde todo es muy familiar para el viajero…”, anotó hace dos siglos el escritor ruso Serguéi Maxímov.

En este archipiélago, formado por seis islas conocidas en su conjunto como “las Solovkí”, se pueden encontrar diferentes paisajes. En la isla de Solovkí o Bolshói Solovetski (“Gran Isla de Solovkí”) se extendió la taiga, mientras que la isla de Málaya Muxalma (“Pequeña Muxalma”) está cubierta por tundra. Hay numerosos lagos que los monjes unieron de manera que formasen una red de canales. El deslumbrante abigarramiento de las plantas se completa con la diversidad de la fauna: desde delfines polares en las aguas hasta bandadas de golondrinas de mar en el cielo. Sobre toda esa belleza desde octubre hasta abril brilla una aurora boreal en forma de anillo.

El archipiélago-cementerio

En el archipiélago se pueden encontrar restos de construcciones que se remontan al III milenio a. C. Los pobladores lapones dejaron en las islas unos enigmáticos monumentos: los laberintos, una construcción que tiene entre dos y tres mil años de antigüedad. Los arqueólogos suponen que se trata de monumentos funerarios de caudillos y chamanes que debían impedir a las almas de fallecidos volver a la superficie de la tierra y regresar al mundo de los vivos.

El archipiélago de la eternidad

A principios del siglo XV llegaron a la isla de Solovkí desde la región de Vólogda los monjes Savvati y Guerman. Abandonaron un mundo lleno de tentaciones y problemas terrenales y prepararon su alma para la vida eterna en una ermita levantada en la isla. Más tarde, en el segundo cuarto del siglo XV los seguidores de Savvati y Guerman fundaron el monasterio de Solovkí.

La historia de los monasterios de Solovkí es una historia de perfeccionamiento constante de la relación con la naturaleza local en una vecindad armoniosa con los frutos del trabajo humano. Las decenas de kilómetros de canales entre lagos, los muros de la ciudadela, el jardín botánico, el dique de un kilómetro de longitud construido con enormes piedras, los caminos…: todo esto es y sólido e imponente. Pero también es una historia cargada de batallas, cambio y simbolismo.

En los siglos XV y XVI el monasterio extendió su actividad productiva y comercial y llegó a convertirse en el eje económico y político de la región. A finales del siglo XVI, la abadía se había convertido en uno de los centros religiosos más ricos e influyentes tanto en el norte Ruso como en todo el país. Las tierras del monasterio se extendían a lo largo de la costa del mar Blanco desde Arjánguelsk hasta la península de Kola.

Desde el siglo XVI el monasterio fue no solo uno de los símbolos del cristianismo ruso sino también la principal ciudadela del Estado que defendía el país en la parte norte.

El ejército del monasterio consiguió detener el ataque de los suecos en 1571 y defendió con éxito sus muros durante la invasión polaco-lituana. Siglos más tarde, en 1854 y 1855, la fuerza de las armas rusas la sentiría Gran Bretaña. Durante la Guerra de Crimea dos fragatas británicas procedentes de Inglaterra llegaron hasta la ciudadela principal del archipiélago y la bombardearon con casi dos mil proyectiles de cañón. Lo más sorprendente es que no causaron daños serios. Esta milagrosa salvación renovó el flujo de fieles y las donaciones para el monasterio.

El emperador Pedro el Grande visitó Solovkí en dos ocasiones. El monasterio destinaba mucho dinero a la construcción de la Armada rusa y fue precisamente desde el archipiélago donde el emperador empezó la campaña que culminaría con la victoria de los rusos en la batalla naval del río Neva y la posterior conquista de la salida al mar Báltico.

El archipiélago de los “muertos vivos”

Desde los tiempos del zar Iván el Terrible, en las islas de Solovkí existió una cárcel donde se recluía a los herejes y a los opositores políticos.A algunos prisioneros, engrillados y encadenados, se les condenaba a ser “vigilados hasta la muerte”; a otros, a “realizar penosos trabajos”. Las condenas de privación de libertad solían ser muy largas, casi perpetuas. Algunos padecían 20 o 40 años pero la mayoría fallecía durante los primeros años en prisión.

“El nombre de Solovkí se hizo temible y siniestro”, escribía el archimandrita local, Ilari, en la época del zar Pedro el Grande.

Después de casi cuatro siglos de funcionamiento, la prisión fue cerrada en 1903. Sin embargo, los bolcheviques la reabrieron como “campo de detención” en 1923 para los “enemigos del poder soviético”.

Durante los primeros años de historia del campo las condiciones de trabajo y de vida de los prisioneros eran relativamente soportables. Los “enemigos del pueblo” podían ir a las bibliotecas del monasterio o disfrutar de momentos de descanso en un jardín botánico, y tenían tiempo para realizar trabajos científicos. Muchos de los prisioneros de la “primera promoción” eran científicos, escritores, filósofos, etc. Pero en 1937 Iósif Stalin reorganizó el campo y lo convirtió en una de las prisiones más severas de la URSS. Los prisioneros eran mantenidos en condiciones insoportable, torturados o asesinados a voluntad.

Entre los reclusos figuraban muchos miembros y dignidades de la Iglesia rusa ortodoxa, incluso las más altas. La mayoría de ellos fue torturada hasta la muerte o fusilada entre los años 1932 y 1938. En la época moderna más de 30 mártires de Solovkí han sido canonizados por la Iglesia. A día de hoy se conservan todos los cementerios de la cárcel y las inscripciones de los prisioneros en los muros.

En 1939 el centro fue cerrado y los terrenos pasaron a manos de la Flota Soviética del Norte. En los años 40 en las instalaciones del monasterio funcionó la escuela de jóvenes marineros. Dos décadas más tarde comenzaron los trabajos de restauración del monasterio y a finales de la década de los 80 los primeros monjes empezaron a llegar a las islas.

El conjunto arquitectónico de las islas de Solovkí fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1992. Actualmente la vida en el archipiélago sigue al ritmo de hace siglos. Con la misma majestuosidad se elevan al cielo las cruces de numerosas iglesias, con la misma tranquilidad contemplan la vida del archipiélago las aguas del mar Blanco y con el mismo silencio recibe Solovkí a cada visitante que pisa su tierra provocando en él la sensación de estar en un mundo especial.

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