Serguéi Koroliov

Serguéi Koroliov RIA Novosti

El país conoció su nombre solo después de su muerte. Una persona que reunía las mejores virtudes de un buen científico, tenaz trabajador y excelente organizador. Así era Serguéi Pávlovich Koroliov, genial ingeniero soviético y célebre diseñador de cohetes del país. Por desgracia su vida no fue larga: nació el 12 de enero de 1907 en la ciudad de Zhitómir y falleció el 16 de enero de 1966.

Creció en Odesa, en la actual Ucrania. Desde su juventud lo que realmente le atraía era “la ciencia del cielo” y por ello ingresó en la Facultad de Aeromecánica del Instituto Politécnico de Kiev. Cuando cerraron la facultad, todos los estudiantes fueron trasladados a la Escuela Técnica Superior de Moscú Bauman (Universidad Bauman), en la que Koroliov se graduaría en 1929.

Su pasión por la aviación era tan fuerte que Koroliov no podía vivir sin el espacio aéreo, por lo que se convirtió en aviador y posteriormente recibió el título de piloto de aviación. Después de leer las obras de Konstantín Tsiolkovski su pasión por el cielo se desvaneció ante un nuevo amor: el cosmos. De este modo la aviación perdió a un ingeniero-diseñador de talento, mientras que el sector espacial adquirió un genial diseñador y organizador.

El destino de Koroliov durante las purgas estalinistas

En mayo de 1935 Koroliov fue nombrado Director de la Sección de Misiles de Crucero en el Instituto Científico de Investigación de la región de Moscú. Y al cabo de un año ya era jefe del departamento que abarcaba los sectores de crucero, misiles balísticos y la gestión automatizada de estos. Se acercaban los terribles años 1937 y 1938, cuando la URSS se vio acudida por una ola de purgas estalinistas. El 28 de junio de 1938 arrestaron también a Serguéi Koroliov. Las acusaciones fueron de afiliación a una organización trotskista, sabotaje y ralentización premeditada de las labores en la fabricación de armamentos modernos para el Ejército Rojo.

Tan solo algunos de sus amigos y conocidos intervinieron a favor del científico. Marina Grizodúbova y Mijaíl Grómov, pilotos de renombre en el país, enviaron una carta en defensa de Koroliov a Lavrenti Beria, el temible Comisario del Pueblo para Asuntos Internos. El propio Serguéi no quería resignarse a la vida en prisión y envió cartas a Beria y Stalin suplicándoles la oportunidad de continuar el trabajo en la creación de misiles de crucero. Sin embargo, no recibió ninguna respuesta. El caso del ingeniero Koroliov llegó a la Corte Suprema. Su sala de lo militar le impuso una pena severa: 10 años de destierro en los campamentos de gulag en Kolymá (noreste de Rusia), en las minas de oro cerca del río Berelej. Posteriormente Koroliov siempre afirmaría que odiaba el oro. La carretilla con la arena aurífera que operaba el preso Koroliov estuvo cerca de llevarse todas las fuerzas físicas y espirituales del ingeniero, que iba perdiendo las esperanzas de recibir justicia. Agotado por el durísimo trabajo, Koroliov se encontraba al borde del agotamiento físico y nervioso. Posteriormente, al recordar su pesadilla en Kolymá, diría que a finales de 1939 no se daba a sí mismo más de dos o tres meses de vida. Pero la fortuna lo conservó para la humanidad.

Lo único con lo que soñaba entonces era la posibilidad de escapar, algo muy difícil de llevar a cabo con éxito. Había presos que conseguían llegar desde las minas de oro hasta la bahía de la ciudad de Magadán, donde posteriormente podían tener la suerte de ser transportados a Vladivostok en un barco llamado Indiguirka. Los presos ponían muchas esperanzas en ese traslado. Koroliov también intentó llevar a cabo este plan y no pudo contener las lágrimas cuando llegó tarde y el barco con el que había soñado partió sin él. Pero por la mañana recibió una escalofriante noticia: el Indiguirka había naufragado con todos los presos y la tripulación a bordo.

La brutal campaña desatada por Beria en busca de los “enemigos de la nación” seguía avanzando, y cada vez más personas de gran talento, muchos científicos e ingenieros, acababan en las prisiones del país. El Comisariado del Pueblo decidió crear para estos “enemigos de la nación soviética” cárceles especiales destinadas a reeducarlos. Uno de los que debía cumplir la sentencia de la NKVD (el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) fue el diseñador aeronáutico Andréi Túpolev. Su Oficina Técnica de Diseños Especiales estaba destinada a crear un avión de bombardeo en picado para la Fuerza Aérea del país. El Comisario de la NKVD acusó a Túpolev de trabajo lento, a lo que el científico respondió que disponía de muy poco personal cualificado. De este modo es como Koroliov entró a formar parte de los 25 afortunados inscritos en las listas que presentó Túpolev. Hambriento, exhausto, pero con muchas ganas de trabajar en este sector, Koroliov puso todos sus conocimientos y empeño en la creación del nuevo avión. Se dio una clara mejoría en su situación: comida más abundante y amplios horizontes científicos le devolvieron la salud y las ansias de hacer su propia aportación a la victoria contra el fascismo.

En 1944 tuvo lugar un hecho muy significativo: todos los integrantes del equipo de Andréi Túpolev, conforme al Protocolo número 8 del 27 de junio de 1944 del Soviet Supremo de la URSS, fueron liberados anticipadamente. El 1 de octubre de 1945, Serguéi, por su valiosa contribución a la victoria en la Gran Guerra Patria, recibió una alta distinción gubernamental: la Insignia de Honor.

Pero aunque a primera vista todas las circunstancias de su liberación y posterior ascenso puedan parecer un milagro, posteriormente se averiguó que más que una cuestión de suerte, fue el talento y la experiencia profesional lo que salvó la vida del ingeniero. Sucedió en el momento en el que el representante del Comité Estatal de Radiolocalización, Gueorgui Malenkov, se interesó por los trabajos que llevaban a cabo en Alemania los ingenieros del país sobre misiles antiaéreos guiados. Fue entonces cuando atendió a la carta de Koroliov (que había mandado hacía mucho tiempo) en la que solicitaba que le permitiesen trabajar en la creación de un nuevo torpedo militar. La nota llegó a manos de Malenkov, que hizo todo lo posible para organizar la liberación de Koroliov, intentando esquivar a Beria.

Misión en Alemania

A finales del agosto del año 1945, tras el fin de la guerra, Serguéi Koroliov fue citado en la Comisaría Militar donde le informaron de que debía incorporarse a las filas de las Fuerzas Armadas y que se le concedía el rango de coronel. Entonces fue cuando Koroliov supo cuál sería su nueva misión: él, junto con docenas de oficiales más, serían enviados a Alemania para investigar las nuevas tecnologías de cohetes alemanes y la documentación técnica.

Otro giro inesperado ocurrió en la vida de Koroliov. En otoño el grupo de oficiales se traslada a Berlín. Koroliov obtiene el suficiente poder para la creación de un nuevo servicio: la preparación de los equipos terrestres de carga de combustible y los misiles antes del lanzamiento. Es allí donde conoce al coronel Leonid Voskresenski, que en el futuro próximo sería su ayudante y “mano derecha” en el trabajo de las pruebas de misiles balísticos de alcance medio y misiles intercontinentales.

Serguéi Koroliov fue también uno de los incluidos en la lista de los especialistas que fueron a Hamburgo, por invitación de las autoridades de la ocupación británica, para mostrar los lanzamientos de los misiles alemanes V-2 (Vergeltungswaffe 2) también conocidos como A4. Esta experiencia en la organización de la puesta en marcha de misiles militares que obtuvo Koroliov en Alemania marcó todo su trabajo posterior. El orden y una organización clara del trabajo, al igual que una exigencia de alto rendimiento por parte de todos y un carácter fuerte y a la vez humilde, es lo que suelen recordar de él todos los que tuvieron la oportunidad de trabajar bajo su mando. Esta oportunidad la tuvieron pocos, y tan solo duró hasta el 16 de enero de 1966, cuando Koroliov falleció.

El anonimato del genio

Tal vez en toda la historia de la ciencia de la URSS no hubiera especialistas más secretos que él. Dicen que el creador de los primeros sistemas de misiles y del espacio (R-7, Spútnik, Vosjod) podía haber ganado el premio Nobel hasta en más de dos ocasiones, pero durante su vida tan solo lo conocieron un estrecho círculo de personas. Al parecer el Nobel sí que le fue concedido, pero el entonces jefe de Estado Nikita Jrushchov rechazó que el nombre del científico se hiciera público, aludiendo a que el premio debía ser para todo el pueblo soviético. El nombre de Koroliov apareció en la prensa solo el día de su defunción. Todo el país fue a despedirse del científico, laureado con numerosos premios (Premio Lenin 1957) y dos veces proclamado Héroe del Trabajo Socialista (1956 y 1961). Una escolta de honor lo acompañó hasta su última morada: el muro del Kremlin donde fue enterrado.

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