Alejandro III

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Alejandro III estaba convencido de que Rusia era un país excepcional y potente. Una anécdota histórica describe un episodio ocurrido cuando el emperador estaba pescando en un lago próximo a su palacio de Gátchina, 35 kilómetros al suroeste de San Petersburgo. Se le acercó el ministro de Relaciones Exteriores y le anunció que un embajador extranjero solicitaba una audiencia urgente. “Cuando el zar ruso está de pesca, Europa puede esperar”, comentó Alejandro III. Otra frase célebre del emperador fue: “En todo el mundo tenemos solo dos aliados leales: nuestros ejércitos y la Marina de guerra. Todos los demás, a la primera oportunidad, se armarán contra nosotros”.

Capacidades a medias

Alejandro III nació el diez de marzo de 1845 y, por ser el segundo hijo del emperador Alejandro II, no tenía derecho al trono del Imperio ruso. El sucesor debería su hermano mayor, el gran príncipe Nicolás, pero murió de meningitis en 1865.

Este hecho significó para Alejandro cambios en su educación. Mientras los grandes príncipes rusos, sin derecho al trono, se preparaban únicamente para la carrera militar, la educación del heredero suponía unos estudios mucho más extensos y a unos maestros más capacitados, entre ellos, profesores de la Universidad de Moscú.

Uno de los maestros del gran príncipe desde 1866 fue el profesor de Derecho e historiador Konstantín Pobedonóstsev, quien más tarde se convertiría en el “cardenal gris” de la corte imperial de Alejandro III y de su hijo Nicolás II. Pobedonóstsev no estaba contento con su discípulo: “Después de las primeras clases le pregunté sobre lo aprendido para ver qué es lo que se quedó en su mente, resulta que no quedó nada. El gran príncipe presenta pobreza de datos y de ideas”.

El ministro de Finanzas Serguéi Vitte escribió que “el emperador Alejandro III fue una persona de la inteligencia común, inclusive, de inteligencia por debajo de la media, debajo del nivel medio estuvieron sus capacidades y su educación. En el aspecto exterior se parecía a un muzhik (paisano) de alguna provincia central de Rusia”.

Marido ejemplar

En 1866, a los veintiún años de edad, el gran príncipe Alejandro viajó por Europa y visitó, entre otros lugares, la capital danesa, Copenhague, donde conoció a la princesa Dagmar, la segunda hija del rey Cristián IX de Dinamarca, antigua novia de su fallecido hermano Nicolás. Alejandro se enamoró y se casó con María Sofía Federica Dagmar (1847-1928), quien tras ser bautizada según la tradición ortodoxa rusa recibió el nombre de María.

María fue recibida cariñosamente por toda la familia Románov. Era bonita, muy alegre, aprendió rápido el idioma y las costumbres rusas y adquirió popularidad entre los aristócratas. No se inmiscuía en la política y prefería dedicarse a la familia y a las instituciones caritativas. Los cónyuges tuvieron dos hijas, Ksenia y Olga y tres hijos varones: el futuro zar Nicolás II, Miguel y Jorge. A diferencia de los demás representantes masculinos de la dinastía, Alejandro III fue un marido ejemplar, no tuvo amantes y profesaba una moral estricta y una religiosidad profunda, comparada solo con su antecesor Alejo I.

Marcha atrás en las reformas

Alejandro III ascendió al trono el catorce de marzo de 1881 tras el asesinato de su padre por los terroristas de la organización clandestina Voluntad Popular. En aquel día Alejandro II se dirigía a firmar una serie de documentos para continuar las reformas liberales que abrirían el camino hacia la monarquía constitucional. Los ministros de la corte de su padre aconsejaron a Alejandro III proseguir con la política del liberalismo ilustrado pero el nuevo emperador optó por detener las reformas.

El veintinueve de abril de 1881 Alejandro III aprobó un manifiesto titulado “Sobre la firmeza del poder absoluto”, que proclamaba la inamovilidad del poder del zar de Rusia. En el manifiesto se apostó por “la fuerza y la verdad sagrada del poder monárquico para el bienestar del pueblo”. Según las palabras de un historiador, “el zar ruso escondió la llave de las libertades políticas en un cajón lejano de su escritorio”.

Alejandro III persiguió duramente a los terroristas. En 1887 un grupo armado elaboró un plan para asesinarlo en el mismo lugar donde pereció su padre. Entre los terroristas se encontraba Alexandr Uliánov, hermano mayor del futuro líder de los revolucionarios bolcheviques, Vladímir Lenin. El zar ordenó ejecutar a Alexandr y a otros conspiradores.

Para un período de tres años entró en vigor la Legislación sobre la Protección del Orden Estatal y la Tranquilidad Social, que permitía establecer el estado de emergencia en cualquier provincia. Alejandro III suspendió asimismo la reforma administrativa y la autogestión regional. Los nuevos estatutos universitarios abolieron la autonomía de los centros de educación superior y las elecciones de los rectores y decanos y establecieron control policial sobre los estudiantes. Fue prohibida la admisión a los colegios de los hijos de sirvientes, cocineros, cocheros, etc.

El zar hizo caso omiso a los pogromos de los años 1881-82 en el sur del imperio y se probó que en las acciones de violencia participaron policías vestidos de paisano. En el 1887 entró en vigor la ley que limitó la admisión de judíos en las universidades.

Bienestar económico

En el plano económico se logró la estabilidad. En 1892 fueron aprobados nuevos estatutos aduaneros y las barreras proteccionistas animaron el mercado interno. En la costa se estableció una distancia de tres millas de profundidad como espacio aduanero y se reforzó la guardia costera. Los impuestos aduaneros se convirtieron en la segunda fuente de ingresos para del Estado.

En el tercer lugar se ubicaban los gravámenes aplicados al alcohol. El monopolio estatal fue establecido en 1893. El ministro de Finanzas Serguéi Vitte protagonizó la reforma del rublo: a la moneda nacional rusa se le aplicó el patrón oro y pudo cotizar en las bolsas mundiales, lo que aseguró el flujo de inversiones extranjeras en Rusia. 

Ahorrar a expensas de la corte

El zar hizo más modesto el protocolo y las demás ceremonias palaciegas, disminuyó el número de sirvientes y el presupuesto general de palacio. Para ahorrar fue suspendida la adquisición de vinos extranjeros, durante las comidas se brindaba con productos nacionales de Crimea y del Cáucaso. Los famosos bailes se organizaban solo cuatro veces al año.

Sin embargo, el zar no tuvo reparos a la hora de adquirir obras de arte. Estas adquisiciones están presentes actualmente en el Palacio de Invierno y en otros museos de San Petersburgo.

El emperador suspendió el famoso desfile militar en el Campo de Marte en el que cada año a principios del mes de mayo participaban los cien mil oficiales y soldados de la guarnición de San Petersburgo.

Su pasatiempo favorito era la pesca y la caza, en especial en el bosque Belovezhski, en la parte occidental del imperio. En una cacería con invitados extranjeros del emperador fueron cazados cuarenta y cuatro animales, entre ellos dieciséis bisontes.

“Pacificador”

Siendo gran príncipe, Alejandro participó en la guerra contra Turquía (1853-1856). Comandó con éxito dos cuerpos de fusileros pero los horrores de la guerra provocaron el odio a la violencia. Alejandro III escribió: “Ninguna persona que tenga corazón puede desear la guerra y todo gobernante al que Dios le entregó un pueblo debe tomar todas las medidas necesarias para evitar los horrores de la guerra”. Al emperador le dieron el sobrenombre de “el Pacificador”.

En realidad, en la época de Alejandro III Rusia prácticamente no participó en ninguna guerra. Turkmenistán, país centroasiático, fue incorporado al imperio tras unas escaramuzas insignificantes.

El tratado con China abrió para los barcos rusos la posibilidad de anclar en puertos de este país y establecer representaciones comerciales en la zona.

En la política exterior el zar se distanció de la colaboración tradicional con Alemania y firmó una alianza militar con Francia. Los rusos debían ponerse al lado de los franceses en caso del ataque de Alemania y de sus aliados.

Alejandro III no sentía el respeto habitual entre sus antecesores hacia Occidente. Creía que la política occidental consistía en utilizar Rusia en sus propios intereses.

El último desfile

Un periodista británico escribió: “Alejandro habla de sí mismo como de un buen comandante de regimiento. Su aspecto físico es el de un carnicero: fuerte y musculoso. De joven doblaba con las manos las herraduras y con golpe de hombro rompía las puertas”.

En 1888 el tren en el que el zar y su familia viajaban al sur de Rusia descarrilló. La familia se encontraba en el vagón restaurante, donde el techo se derrumbó sobre los comensales. El zar levantó los escombros y los sostuvo hasta que todas las personas abandonaron el vagón. Cuando en 1894 Alejandro III comenzó a sufrir agudos dolores renales, los médicos diagnosticaron que una de las causas de la enfermedad había sido el esfuerzo físico excesivo realizado durante el descarrilamiento.

El veintiuno de septiembre de 1894 el emperador ruso llegó a su palacio de Livadia, en la península de Crimea. A las puertas le esperaba la compañía de fusileros imperiales, su guardia de honor. El zar estaba vestido con capote militar y los fusileros llevaban guerreras. Los estatutos militares exigían que todos los que participaban en el desfile debían estar uniformados de la misma forma. Hacía frío, el monarca tenía fiebre y la emperatriz María le pidió que permaneciera con el capote. Sin embargo, el zar se lo quitó y se quedó con la guerrera, igual que los soldados. Alejandro III recorrió las filas mirando fijamente la cara de cada uno de los soldados. Después comenzó la marcha. Aquel fue el último desfile en honor al zar.

Alejandro III falleció el uno de noviembre de 1894 en Crimea en el palacio de Livadia. Tenía solo 50 años de edad.  

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