Revolución de Octubre

Revolución de Octubre RIA Novosti / G. Churbanov

John Reed, reportero estadounidense, fue testigo de lo ocurrido en la capital de Rusia, Petrogrado, en otoño de 1917. En la noche del veinticinco de octubre Reed estuvo entre los varios centenares de soldados y obreros armados que irrumpieron en la sede del Gobierno provisional, el Palacio de Invierno.

Muchos nombres, una revolución

Antecedentes

Así fue

Cosacos contra “guardias rojos”

El drama de Moscú

En el Congreso de los Sóviets

Nadie los creía

Cuando regresó a Estados Unidos, John Reed publicó el libro Los diez días que estremecieron al mundo. En su resumen de lo que había visto, el reportero escribió: “Transcurrido un año de la existencia del poder soviético, todavía está de moda llamar al levantamiento de los bolcheviques ‘aventura’. Efectivamente, fue una aventura y al mismo tiempo una de las aventuras más espectaculares a la que jamás se haya atrevido la humanidad. Es una aventura que irrumpió en la historia de los trabajadores para satisfacer sus grandes aspiraciones. Sin lugar a dudas, la Revolución rusa es uno de los acontecimientos máximos en la historia de la humanidad y la llegada al poder de los bolcheviques es un fenómeno mundial”.

Muchos nombres, una revolución

Al principio la revolución llevó el nombre de “Alzamiento de Octubre” o “Alzamiento del veinticinco de Octubre”, como aparece en los artículos escritos por el líder de los bolcheviques, Vladímir Lenin, incluidos en las primeras ediciones de sus obras completas.

En la época de la Unión Soviética, para resaltar la trascendencia del acontecimiento, el alzamiento fue nombrado “La Gran Revolución Socialista de Octubre”. En los estudios de los historiadores europeos figuró como “La Revolución bolchevique” y también como “La tercera revolución rusa”.

Los historiadores dan el nombre de la “primera revolución rusa” a los acontecimientos políticos ocurridos entre los años 1905-1907 y que condujeron a las reformas en el campo ruso y a la creación del primer Parlamento nacional, la Duma estatal que, sin embargo, no limitó el poder del monarca ruso Nicolás II.

En febrero de 1917 en medio de las derrotas de Rusia en la Primera Guerra Mundial y la profunda crisis económica y social, se produjo la segunda revolución, que llevó a la abdicación del zar y a la creación de un Gobierno provisional que debería preparar las bases del régimen republicano y parlamentario. Así, el levantamiento armado de octubre de 1917 sería entonces la tercera revolución rusa.

Los aniversarios de la Revolución de Octubre se conmemoraban en la Unión Soviética el día siete de noviembre. Esta fecha se debe a que en 1918 los bolcheviques adoptaron oficialmente el calendario gregoriano (estilo nuevo), según el cual la revolución estalló el siete de noviembre, en lugar del veinticinco de octubre como correspondía al calendario juliano (estilo antiguo), vigente en aquel año.

Antecedentes

Al comienzo del año 1917 el país ya estaba agotado. La participación en la Primera Guerra Mundial había provocado una crisis económica y política. Las bajas sufridas en el frente debilitaron la imagen del régimen imperial del zar Nicolás II. Las aldeas quedaron desbastadas con los quince millones de hombres alistados en el Ejército. En el campo ruso las reformas de la propiedad y distribución de tierras iniciadas por el primer ministro Piotr Stolypin quedaron paralizadas. Había una escasez generalizada de alimentos. Los obreros, con sueldos bajos, hacían jornadas de hasta catorce horas.

A finales de febrero de 1917 en Petrogrado comenzó una rebelión protagonizada por los soldados de los regimientos de reserva. Se organizaron manifestaciones y protestas y las fábricas de la capital y más tarde las de la mayoría de las ciudades del país se declararon en huelga.

El dos de marzo el zar Nicolás II abdicó a favor de su hermano, el gran príncipe Miguel. Firmó el acta dentro de un vagón del tren imperial detenido en la estación de Pskov pero Miguel tampoco quiso ser monarca de Rusia y rechazó la corona.

En el país se estableció un doble poder: por un lado, el Gobierno provisional, compuesto por representantes de los partidos democráticos liberales y presidido por Gueorgui Lvov, y por el otro los sóviets, consejos de representantes de obreros y soldados. Los sóviets del Ejército (en total unos 50 000) y, en especial, en la flota del Báltico, fueron la fuerza motriz con la que los bolcheviques aspiraban a tomar el poder. En unos 59 centros industriales de Rusia fueron elegidos 1429 sóviets de obreros. Sin embargo, los bolcheviques en primavera de 1917 no controlaban la mayoría de los consejos, que estaban dominados por el ala moderada y liberal del partido comunista, los mencheviques. En cualquier caso, los sóviets se convirtieron de facto en el Gobierno paralelo del país.

En los meses siguientes el Gobierno provisional no detuvo la guerra ni adelantó la reforma agraria. La situación económica y social continuó deteriorándose. Se formó un nuevo gabinete de ministros, presidido por Alexandr Kérenski. En julio de 1917 los monárquicos protagonizaron un intento de golpe de Estado. El comandante jefe del Ejército ruso, Lavr Kornilov, envió regimientos de cosacos a Petrogrado para destituir el Gobierno provisional y disolver los sóviets. El intento de golpe fracasó pero el Gobierno provisional lo utilizó como pretexto para a su vez disolver los sóviets, establecer la pena capital en el Ejército y en la Marina de guerra y emprender de nuevo las ofensivas en los frentes.

Los bolcheviques pasaron a la clandestinidad pero no abandonaron los preparativos para la toma del poder. Para el comienzo de otoño los bolcheviques y sus aliados, los socialistas revolucionarios, eran la principal fuerza opositora capaz de organizar la nueva revolución, esta vez bajo consignas socialistas. Uno de sus lemas principales fue el fin de la guerra.

Según las cifras del Estado Mayor General ruso, para octubre de 1917 habían perecido o desaparecido en combate cerca de 800 000 soldados y oficiales, más de tres millones habían sido heridos y dos millones eran prisioneros de guerra. El lema de “abajo la guerra” podría abrir a un partido político bien organizado, como el de los bolcheviques, el camino hacia el poder.

En octubre de 1917 Vladímir Lenin llegó a Petrogrado y procedió a detallar el plan del levantamiento armado. Estas fueron algunas de sus indicaciones: “La historia no nos perdonará que no tomemos el poder inmediatamente”; “cualquier contemporización equivale a la muerte”; “ocupar y conservar a costa de cualquier sacrificio el teléfono, el telégrafo, las estaciones de trenes, los puentes”; “audacia, más audacia, siempre audacia”; “que las clases dominantes se estremezcan con la revolución comunista”.

Las “clases dominantes” se dieron cuenta de la amenaza que representaban los bolcheviques y a finales de octubre de 1917 el Gobierno provisional dio la orden de trasladar a la línea del frente los regimientos de la guarnición de Petrogrado que estaban a favor de los revolucionarios y sus periódicos fueron clausurados.

Mientras tanto, los bolcheviques ya habían detallado el plan operativo para el alzamiento. En las fábricas se organizaron destacamentos de “guardias rojos”, pero la fuerza del ataque principal, según los planes esbozados hacía varios meses,  deberían ser los marineros de la flota del Báltico. El veinticuatro de octubre en el estuario del río Neva que atraviesa Petrogrado entraron el crucero Aurora y varios buques torpederos.


Así fue

El reportero estadounidense John Reed durante la revolución en Petrogrado no vio muertos, solo algunos heridos. En realidad, en la capital de Rusia no hubo derramamiento de sangre.

El veinticuatro de octubre el Comité Revolucionario Militar, presidido por Lev Trotski, ejecutando el plan de Lenin, mandó a los destacamentos de los marineros de la flota del Báltico y a los guardias rojos a ocupar estaciones ferroviarias, correos y telégrafo centrales, estaciones telefónicas, bancos y puentes levadizos. Los insurgentes no encontraron resistencia organizada. La guarnición militar de la ciudad mantuvo la neutralidad o se unió a la revolución. En la madrugada del veinticinco de octubre en el Estado Mayor de los revolucionarios, el Palacio Smolny, apareció Vladímir Lenin. El líder de los bolcheviques insistió en la detención de los miembros del Gobierno provisional, que permanecían en el Palacio de Invierno.

A pesar de que los bolcheviques ocuparon el telégrafo, los ministros aún se podían comunicaban con el exterior a través del envío de órdenes y mensajes que convocaban a los regimientos cosacos que estaban afueras de Petrogrado a defender el Gobierno. Varios días después se supo que en la azotea del edificio del Estado Mayor General del Ejército ruso, ocupado por los guardias rojos, se encontraba un punto secreto de comunicación telegráfica que no había sido detectado, y un oficial despachaba las órdenes del Gobierno provisional. Pero ya nadie quería acudir en su ayuda.

Con los ministros en libertad los bolcheviques no podían proclamarse vencedores. Lenin y Trotski ordenaron el asalto al Palacio de Invierno. A las diez de la noche un cañón de la fortaleza de Pedro y Pablo disparó al aire: en seguida se produjo el disparo de salva del crucero Aurora, anclado en el río Neva. Al recibir la señal, los destacamentos de guardias rojos se lanzaron al Palacio de Invierno a través de la plaza del Palacio.

De acuerdo con el relato del reportero John Reed, en las puertas del palacio hubo confusión. Los cadetes de las escuelas militares, leales al Gobierno provisional, al principio comenzaron a desarmar a los atacantes. Cuando el número de guardias rojos que iba llegando al palacio superó al de los cadetes, estos fueron a su vez desarmados. Los revolucionarios penetraron en el palacio y comenzaron a saquearlo. Los comisarios de los destacamentos gritaron: “¡No toquen nada, ahora todo es propiedad del pueblo!”. El saqueo se detuvo y en las salidas se establecieron puntos de registro.

Entre los defensores del palacio se encontraba un batallón femenino. Las mujeres fueron desarmadas y conducidas a la estación ferroviaria, de la que partieron a los cuarteles situados en las afueras de Petrogrado. Las cadetes fueron liberadas con la promesa de que nunca tomarían las armas contra el poder bolchevique.

Los ministros del Gobierno provisional, a excepción del presidente, Alexandr Kérenski, fueron arrestados y conducidos a la fortaleza de Pedro y Pablo. En lo que respecta al jefe de Gobierno, en sus memorias escribió que pudo salir del Petrogrado gracias a la ayuda de la Embajada de los Estados Unidos. Los diplomáticos le prestaron un automóvil con placa y bandera estadounidense, lo que le permitió abandonar la capital sin ser revisado por las patrullas bolcheviques. Mientras tanto, los historiadores de la época soviética afirmaron que Kérenski huyó disfrazado de enfermera militar. La versión de la Embajada de Estados Unidos afirma que el automóvil y la bandera habían sido confiscados por los guardaespaldas del jefe del Gobierno provisional.

Cosacos contra “guardias rojos”

El veintiséis de octubre Alexandr Kérenski se presentó ante Piotr Krasnov, comandante de la tercera división de caballería cosaca. Juntos prepararon el plan de la marcha hacia San Petersburgo para derrocar a los bolcheviques. Los cosacos avanzaron hacia la ciudad de Gátchina, a unos treinta y cinco kilómetros al suroeste de San Petersburgo. Mientras tanto, Lenin y Trotski enviaron contra unos 700 cosacos más de 5000 marineros y guardias rojos. Tras breves combates, los cosacos se rindieron. Kérenski de nuevo emprendió la huida.

El reportero John Reed estuvo en Gátchina para informar sobre la revuelta. Llegó al frente con un pase expedido en el Palacio Smolny, Estado Mayor de los bolcheviques. Presentó el documento a una patrulla pero desgraciadamente los soldados eran analfabetos y por lo tanto no pudieron leer que John Reed estaba “autorizado para cubrir los acontecimientos revolucionarios en Rusia para la prensa socialista y hermana americana”. Al reportero lo pusieron contra el paredón para fusilarlo pero, en el último momento, apareció una persona que sabía leer.


El drama de Moscú

En la antigua capital del Imperio ruso, Moscú, la toma del poder por los bolcheviques fue dramática. El sóviet urbano estaba dominado por los partidarios del Gobierno provisional. Contra el poder de los bolcheviques se sublevaron los cadetes de las escuelas militares. El enfrentamiento armado continuó seis días. Los guardias rojos no podían obtener refuerzos desde Petrogrado porque los trabajadores ferroviarios de la línea Nikoláyevskaya, que unía la capital de Rusia con Moscú, se habían declarado en huelga. Los huelguistas estaban en contra del alzamiento y el arresto del Gobierno provisional.

Tanto los bolcheviques como los cadetes emplearon artillería. Fueron dañadas las torres y murallas del kremlin de Moscú, destruidos edificios de bancos y comercios de la lujosa calle Tverskaya. Un guardia rojo le dijo al incansable reportero, que en búsqueda de noticias había llegado hasta Moscú: “Hemos disparado contra las billeteras de los burgueses para que se rindieran más rápido”. La resistencia de los huelguistas del ferrocarril fue superada con armas, los refuerzos llegaron desde Petrogrado y en Moscú terminaron los combates. Los guardias rojos fallecidos en los enfrentamientos fueron sepultados en fosas cavadas en la Plaza Roja al lado de las murallas del kremlin. De esta manera apareció la famosa necrópolis soviética. También ahí yace el reportero estadounidense, que falleció en Rusia a causa del tifus. Su sepultura de granito reza: “John Reed, delegado de la III Internacional, 1920”.

En el Congreso de los Sóviets

Cuando los bolcheviques se estaban preparando para asaltar el Palacio de Invierno, sede del Gobierno provisional, en el Palacio Smolny comenzaron las sesiones del Segundo Congreso de los Sóviets de los Representantes de Obreros y Soldados de Rusia. Del total de 670 delegados, 300 eran bolcheviques y unos 100 miembros del partido social-revolucionario de izquierda que también estaban a favor de derrocar al Gobierno provisional. Los demás delegados insistían en calificar de ilegítimo el asalto al Palacio de Invierno. Lev Trotski dijo que eran “penosos individuos aislados” y les instó a marchar al “basurero de la historia”. Los que no estaban a favor de los bolcheviques abandonaron el Palacio Smolny.

Lenin proclamó el triunfo de la revolución. El congreso aprobó un mensaje a todos los ciudadanos de Rusia en el que se anunciaba la caída del Gobierno provisional y la toma del poder por el sóviet de comisarios del pueblo. Lenin fue elegido su presidente, Trotski encabezó la comisaría de relaciones exteriores y Iósif Dzhugashvili, el nombre real de Stalin, se ocupó de las minorías étnicas.

El congreso de los sóviets aprobó la paz que suspendió unilateralmente la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial y propuso a Alemania un tratado bilateral. De esta manera el nuevo poder soviético rompió la Triple Entente —unión militar y política con Francia y Gran Bretaña—, dentro de la cual estuvo combatiendo contra Alemania y el Imperio austro-húngaro durante la Primera Guerra Mundial.

Los bolcheviques ofrecieron a Alemania y a los demás países firmar una paz “sin reparaciones ni contribuciones”. El nuevo poder soviético aceptó la pérdida de enormes territorios ocupados por el Ejército alemán. La paz fue firmada en la primavera de 1918 en la ciudad de Brest-Litovsk.

Durante el Segundo Congreso de los Sóviets también se aprobó el Decreto de Tierra, que abolía la propiedad de los terratenientes, la cual pasaba a manos de los consejos para que la distribuyeran entre los campesinos. En total los consejos obtuvieron unos 150 millones de hectáreas. El Decreto de Tierra fue una de las medidas más importantes que aseguró a los comunistas el apoyo sólido del sector agrícola y, por consiguiente, la victoria en la guerra civil de 1918-21.

Por su parte la dirección de las fábricas pasó a manos de los comités de obreros que, en primer lugar, legalizaron la jornada laboral de ocho horas.

Nadie los creía

Entre la población de Petrogrado, que no participó en el levantamiento, nadie creía que los bolcheviques conservarían el poder por un tiempo prolongado. John Reed recuerda cuando paró un carruaje para ir al Palacio Smolny: “Yo no voy ahí, ahí están los diablos”, dijo el cochero. Los funcionarios de los Ministerios se declararon en huelga y se negaron a entregar los documentos a los comisarios bolcheviques y los ferrocarriles de nuevo fueron paralizados. A los bolcheviques se les exigía compartir el poder con los demás partidos políticos y convocar una Asamblea Constituyente. Pero Lenin ya tenía un programa para el afianzamiento y triunfo del poder soviético que había elaborado mucho antes de octubre de 1917. El hincapié se hizo en el apoyo incondicional del campo, de los obreros industriales y del Ejército, cansado de la guerra. Lenin proclamó entonces la “dictadura del proletariado”.

En los días posteriores se promulgaron diversos decretos que cambiaron el régimen económico, político y social del Imperio ruso. Tras la guerra civil, se fundó en 1922 la Unión Soviética y el nuevo Estado socialista soviético existió hasta el año 1991.

DESTACADOS
Rambler's Top100