San Pedro y santa Febronia
Los santos Pedro y Febronia de Múrom son una suerte de Romeo y Julieta rusos, pero en su caso lograron evitar la tragedia. Los enamorados se casaron y tuvieron una vida larga y feliz juntos. Murieron el mismo día y sus cuerpos yacen juntos en el mismo ataúd, separados por una fina partición, a pesar de que ello no era común en las practicas existentes de enterramiento. Pero tuvieron que luchar por su felicidad.
San Pedro (en ruso "Piotr") era el hermano menor del gobernador de la ciudad de Múrom, el príncipe Pável. Cuenta la leyenda que un dragón se acostumbró a frecuentar a la esposa de Pável. Se adueñó de la imagen de su marido y la sedujo. Pero la mujer sintió el reemplazo y lo contó todo a su esposo. Este, al comprender que no podía hacer frente a las maquinaciones del demonio, pidió a su mujer que sonsacara al mismo dragón el secreto de su muerte. La mujer sedujo al monstruo y se ganó su benevolencia y fue así como se enteró de que al dragón podía morir a manos de un hombre llamado Pedro que llevaría una espada especial.
Al enterarse, Pedro decidió ayudar a su hermano. El príncipe Pedro fue siempre una persona devota y pidió a Dios que le ayudara. Rezó en un templo y luego apareció un muchacho que le indicó dónde estaba aquella espada con la que se podría matar al dragón.
Pedro encontró la pista del enemigo, luchó con él y ganó. Pero la sangre venenosa de las heridas del dragón le salpicó y como resultado su cuerpo se cubrió de costras y llagas. Pedro se enfermó pero ningún médico sabía cómo curarle. Mensajeros fueron a recorrer todos los rincones en busca del remedio.
Una vez a uno de los mensajeros se le ocurrió pasar por las tierras de Riazán. La noche le sorprendió en una aldea, donde encontró a la joven Febronia (en ruso "Fevronia"), famosa por sus dones de curación y adivinación. Al conocer de la enfermedad del príncipe, pidió que lo llevaran a su casa y aseguró que si en verdad era una persona sincera y humilde, sanaría.
El príncipe Pedro llegó a la aldea donde vivía Febronia y le prometió una gran recompensa si le curaba. La muchacha se negó a aceptar el pago, pero sí impuso una condición: si el príncipe se recuperaba, tendría que casarse con ella. Pedro prometió casarse, pero solo fingía porque no pensaba hacerlo. Febronia no era de su estirpe y un príncipe no podía casarse con una campesina. Febronia se dio cuenta de los pensamientos del príncipe pero no se lo dijo.
Le dijo al príncipe que fuera al baño y que después del lavarse cubriera sus costras, menos una, con un ungüento que le había dado. El remedio ayudó y Pedro se recuperó enseguida, pero se negó a casarse. Le envió a la muchacha regalos y se fue a la ciudad pero Febronia rechazó los regalos. Al cabo de unos días las costras de nuevo cubrieron el cuerpo de Piotr, y el príncipe fue ver a Febronia para pedir su ayuda. Esta vez él cumplió su palabra. Se casaron pronto. Y el matrimonio sanó para siempre al príncipe y no quedaron restos de la enfermedad.
Los esposos se instalaron en Múrom. Después de la muerte de su hermano, Pedro tuvo que asumir el poder, pero los boyardos se opusieron al nuevo gobernador porque estaba casado con una villana. Empezaron a calumniarla, trataban de convencer al príncipe de que se separara de su mujer, pero todo fue en vano. Finalmente los esposos decidieron renunciar al poder, dejar la ciudad y vivir como sencillos campesinos. Subieron a un barco y se pusieron en camino. A Pedro le preocupaba mucho su futuro y le costó tiempo resignarse a la situación, pero el amor de su mujer y su fe en que todo saldría bien y en que Dios no los dejaría, le ayudó a dominar sus dudas y temores.
Una tarde tenían que talar un par de árboles para encender una hoguera y preparar la comida. Antes de acostarse Febronia deseó que en el lugar de aquellos dos tocones crecieran nuevos árboles. Cuando se despertaron al día siguiente, vieron que había dos árboles en vez de los tocones. Aquel milagro convenció a Pedro de que, si uno cree, puede haber una salida incluso a una situación desesperada.
Mientras tanto, los boyardos tras la partida del príncipe empezaron a decidir quien tomaría el poder. Pero no llegaron a un acuerdo y se inició una cruenta guerra intestina. En busca de la paz y la tranquilidad para Múrom los boyardos decidieron devolver el poder al legítimo heredero. Enviaron mensajeros hasta donde vivía Pedro y suplicaron al príncipe y a la princesa que volvieran a la ciudad.
Pedro y Febronia pronto se ganaron el amor de todo el pueblo. Gobernaron con justicia y llevaron una vida piadosa. Cuando envejecieron, tomaron los hábitos de monjes y empezaron rezar pidiendo a Dios que les otorgara la gracia de morir el mismo día. Se preparó un ataúd especial para ambos (aunque no se debía enterrar un monje y una monja juntos).
Murieron el mismo día, como deseaban y a la misma hora cuando cada uno estaba en su celda. Primero los enterraron separadamente —sin atender a su voluntad expresada en el testamento—, pero al día siguiente se produjo un milagro: sus cuerpos fueron encontrados en el ataúd que Pedro y Febronia habían encargado. Dos veces los separaron, y dos veces volvieron a aparecer juntos. Así, se decidió cumplir su voluntad y sepultarlos juntos.
El culto a estos santos empezó justo después de su muerte. Muchos de los que llegaban a rendir homenaje a las reliquias se curaban física y espiritualmente. El culto a los santos no cesó a pesar de las medidas que tomó el Gobierno soviético, que mostró sus restos en una exposición antirreligiosa en 1919.
Pedro y Febronia son santos bastante extraordinarios de la Iglesia ortodoxa rusa porque su vida más se parece a un cuento con final feliz que a la vida de dos santos. Como regla, los santos cristianos son mártires o anacoretas. Y aquí vemos a una pareja de nobles, cuya vida estuvo llena de amor y felicidad. En vez de las privaciones y soledad vemos abundancia. Tal vez, san Pedro y santa Febronia son más entrañables para los creyentes sencillos que no están listos para realizar hazañas devotas pero quieren vivir una existencia feliz y piadosa con sus familias.
Los investigadores no han llegado a un acuerdo con respecto a si estos personajes del folclore popular existieron o no y, si existieron, se preguntan en qué época.
Los posibles personajes en los que pueden estar basados los legendarios esposos podrían ser el príncipe David y su esposa Yefrosinia (Pedro y Febronia al tomar los hábitos recibieron los nombres de David y Yefrosinia) que gobernaron en Múrom a principios del siglo XIII. Pero otras versiones dicen que muchos detalles de la vida de Pedro y Febronia coinciden con la biografía del zar Iván el Terrible en el período de su matrimonio con Anastasía Zajárina-Yúrieva, pues la vida de los santos fue escrita en aquel mismo tiempo por encargo del zar. En esta teoría la victoria contra el dragón representaría la toma de Kazán, luego vendría la enfermedad, la guerra intestina, etc. Sin embargo, para la mayor parte de los creyentes estas averiguaciones carecen de sentido: todo el mundo sabe que el día dedicado a estos santos es la mejor fecha para un compromiso de boda o mejor aún —si no coincide con algún periodo de abstinencia— para un matrimonio.