Música clásica rusa de finales del siglo XIX y siglo XX
Una de las imágenes de corte más profundo que puede mostrar el momento que estaba gozando el arte ruso a principios del siglo XX puede ser el programa de la segunda temporada rusa en París organizada en 1907 por Serguéi Diáguilev. Durante cinco conciertos Diáguilev mostró lo más destacado de la música rusa del siglo XIX e inicios del siglo XX, lo que fue una revelación para Europa. Allí estaba todo: desde el disfrute de la herencia folklórica rusa hasta el temor por el mal estado de zarismo y la futura revolución, desde el lirismo y romanticismo inspirado por el poder y la naturaleza de Rusia hasta las nuevas búsquedas en la creación musical.
Entre otras obras sonó la obertura a la ópera de Mijaíl Glinka Ruslán y Liudmila y su ópera Kamárinskaya; las pinturas sinfónicas de Nikolái Rimski-Kórsakov de La noche antes de Navidad; canciones de la ópera Snegúrochka, la suite Zar Saltán y la parte del reino submarino de la ópera Sadkó, sinfonías 2 y 4 de Piotr Chaikovski; fragmentos de la ópera El príncipe Ígor de Alexandr Borodín; fragmentos de las óperas Borís Godunov y Jovánschina de Modest Músorgski; la segunda sinfonía de Alexandr Tanéyev y ocho canciones populares de Alexandr Liádov; el concierto para piano y segunda sinfonía de Alexandr Scriabin, el concierto para piano número 2 y la cantata La primavera de Serguéi Rajmáninov, poema sinfónico “Tamara”, el concierto de piano de Serguéi Liapunov y romance de la ópera William Ratcliff de Tsézar Kiuí.
La frontera entre los dos siglos y el mismo siglo XX destacan por el fin de la época musical considerada “clásica” y el inicio de la “moderna”. La dualidad de los métodos y temas musicales principales caracteriza la creación de los compositores que vivieron en esa época.
La quiebra de la época clásica fue percibida trágica y dramáticamente lo que se reflejó en la sinfonía 6 de Piotr Chaikovski. Algunos compositores sentían que el mundo entraba en una época de cataclismos globales, lo que debía reflejarse en la personalidad humana.
Junto con esto se oían la esperanza en lo mejor y la mirada hacia el futuro en la ópera Sadkó de Nikolái Rimski-Kórsakov, primera sinfonía de Alexandr Glazunov, quinta sinfonía se Serguéi Rajmáninov o en obras de Ígor Stravinski.
Alexandr Scriabin y Serguéi Rajmáninov lograron reflejar el arrebato de espiritualidad humana tan característico de la primera revolución rusa y el entusiasmo de la vida rusa en aquella época. Scriabin trataba de crear un misterio que despertara la humanidad para la limpieza espiritual, mientras Rajmáninov mostraba la belleza de Rusia creyendo, como los “eslavófilos”, que era Rusia quien tenía la misión de salvar al mundo con su herencia espiritual.
El descubrimiento del mundo tan característico de los jóvenes está reflejado en las obras de Serguéi Prokófiev, en su primer concierto para piano y primera sinfonía.
La Gran Guerra Patria y la urbanización de la vida llevaron los elementos realistas a las obras de todos los compositores. La encarnación del mal absoluto, que se materializó para muchos en la guerra mundial y dos regímenes totalitarios, cobró vida en las obras de Dmitri Shostakóvich.
La bienaventuranza de la naturaleza y la humanidad se contraponen al urbanismo en las obras de Gueorgui Svirídov y Valeri Gavrilin. El amor a la vida también es muy característico de la obra de Andréi Petrov que en contraposición al dramatismo del siglo compone el ballet La creación del mundo.
La segunda mitad del siglo XX destaca por los movimientos vanguardistas en la música clásica que abren los experimentos con música dodecafónica (música de doce tonos), música electrónica y mezcla de estilos, como jazz con reglas clásicas de creación musical. Los maestros del “polestilismo” en este sentido se consideran Alfred Shnitke y Rodión Schedrín.
Serguéi Rajmáninov (1873 - 1943), el maestro de las campanadas
El filósofo ruso Iván Ilín destacó que “No hay arte ruso sin corazón caliente; no lo hay sin inspiración libre; no lo hay y no lo habrá sin un servicio responsable, cierto y con conciencia”. Estas palabras se pueden referir por completo a la creación de Serguéi Rajmáninov.
Sus obras contienen todo el espectro de las búsquedas creativas de una artista del siglo XIX e inicios del siglo XX con su ardor hacia lo nuevo, la felicidad y el amor. Junto con esto sentía profundamente los acontecimientos revolucionarios del siglo XX y creó imágenes insuperables de la muerte mezcladas con la esperanza en un futuro claro y basado en las leyes del mundo del dios cristiano. La expresividad y carácter melodioso de su estilo singular lograron mostrar los vastos paisajes de Rusia, su camino trágico a través de la historia y su idea de misionero espiritual del mundo. Uno de los rasgos más destacados de su estilo es el “campanadismo”, la imitación de campanadas rusas de diferente carácter: lírico, patético, trágico.
El movimiento fatal de la fuerza amenazadora que borra en su camino todo lo humano se oye en las imágenes de la historia de Caperucita Roja y el Lobo Feroz basados en el estudio Études-tableaux en la menor, op.39.
“Con el primer golpe de la campanada se siente como se levanta Rusia con toda su estatura”, escribía el pianista ruso Nikolái Medtner sobre la primera parte del Concierto para piano y orquesta número 2 en do menor. Esta obra monumental recuerda los frescos de las catedrales en la antigua Kiev, entonces rusa, y en Nóvgorod, mientras las campanadas de la obra se remontan a los hechos heroicos de la épica antigua rusa y la espiritualidad lírica del concierto encarna los paisajes rusos. El final de la obra se considera la apoteosis del amor triunfal y el entusiasmo del ser humano ante la presencia de Dios.
Las miniaturas vocales representan el mundo entero lírico de los sentimientos. Junto con esto, los romances de Rajmáninov llevan el leitmotiv subliminal producido por el presentimiento de la catástrofe en el destino de Rusia (para Rajmáninov esto fue la revolución socialista a causa de la que tuvo que emigrar de su patria junto con mucha gente talentosa que no aceptó el poder del nuevo Estado).
Al nombre de Serguéi Rajmáninov está vinculada la escuela de canto litúrgico. El compositor reunió muchos salmos e himnos ortodoxos en Las vísperas, algo tan sólo posible para los grandes maestros. Esta obra es incomparable en profundidad filosófica y fuerte expresividad. Junto con la “Liturgia de San Juan Cristósomo”, en Las vísperas se pueden oír los momentos claves con la voz del alma en el estado de oración. La voz de solo “planea” sobre el coro a boca cerrada. Esta estructura de la obra provoca la ilusión de que todo el acto sucede bajo el techo de una catedral, así como que la limpieza de los pensamientos del ser humano está vinculada con la suprema belleza sagrada. Estas obras son muestras del renacimiento de las tradiciones ortodoxas en la música y el florecimiento del coro a capella de los textos de iglesia.
La herencia creativa de Serguéi Rajmáninov acumula romances, cuatro conciertos, “Rapsodia sobre un tema de Paganini”, preludios y estudios para piano, tres sinfonías, fantasía “La roca”, poemas para orquesta “La Isla de los Muertos” y “Los bailes sinfónicos”, ópera Aleko, la liturgia y las vísperas.
Alexandr Scriabin (1871-1915), el creador de un misterio que salvaría el planeta
Alexandr Scriabin fue una persona que creía en la misión de salvar el mundo de la estupidez, la maldad, las guerras y la falta de espiritualidad. Creía que hacía falta construir una esfera en la cumbre del Himalaya en la que cupieran cientos de miles de músicos, un coro gigantesco y una inmensa orquesta, un órgano especialmente construido y un piano. Además de todo esto, para un misterio que tendría que purificar el planeta con su música, tendría que usar un instrumento más, algo que emitiera luz colorida. Para esto Scriabin elaboró un sistema donde a cada sonido le correspondía un color determinado.
Las obras principales de su vida estaban sometidas a la idea de que a través de la música del Himalaya y la luz divina que le acompañaría, la gente entendería que lo más importante en la vida es la voluntad. Con voluntad una persona entendería su destino y llegaría un éxtasis del conocimiento de los enigmas de la existencia y inmortalidad. La voluntad humana como encarnación de la libertad completa debe pasar unas etapas. Cada obra de Scriabin refleja estas etapas. “Estudio patético” o “El poema divino” (o Sinfonía número 3) con sus partes “La lucha”, “El deleite”, “El juego divino”; “El poema del éxtasis”; “Prometeo” (o “El poema del fuego”) y “El acto preliminar”.
Es durante “El acto preliminar” cuando el público ya no son simples espectadores, sino “iniciados en un misterio” que tiene cielo en vez del techo de la sala de conciertos; los participantes integrantes también serán las puestas y salidas de sol, las estrellas y oraciones de voluntad, autoafirmación, lucha, ansiedad y sueño. Scriabin no cumplió su sueño al morir de una infección de sangre a la edad de 43 años.
Entre la obras más populares de Alexandr Scriabin también están 10 sonatas, preludios y estudios para piano, incluso el Estudio número 12, op.8.
Serguéi Prokófiev (1891-1953), el sedicioso soviético
Es uno de los compositores más interpretados en el mundo. El escéptico ruso que se reía de los clásicos con sus melodías tiernas consideraba que el tiempo de la ópera clásica había pasado y no entendía abiertamente la creación de los románticos e impresionistas musicales rusos.
Su singular lenguaje musical combina diferentes lenguas y tradiciones: lirismo ruso, certeza clásica y lógica del desarrollo musical dentro de la obra, armonía disonante, ritmos bruscos... Sus obras entonces experimentales, vanguardistas y revoltosas se combinaban con música que por una parte describía los ideales universales del mundo y por otra, elogiaba al comunismo y Iósif Stalin. Esto se explica por el hecho de que el compositor tuvo que vivir en el exilio y después volver a la URSS.
Así destaca la cantata “Para XX años de la Revolución de Octubre (1917)”. Para interpretar la obra se necesitaba unir dos coros, orquesta sinfónica, orquesta militar, banda de acordeones y orquesta de instrumentos de percusión. La basó en fragmentos de textos de Karl Marx, Friedrich Engels y Iósif Stalin. Pero la censura soviética consideró la obra sacrílega con los textos y prohibió su interpretación.
La temática juvenil del redescubrimiento del mundo se oye en su Primer concierto para piano, Primer concierto para violín y Primera Sinfonía. El final de la última se considera el culmen de exaltación del descubridor del mundo.
El motivo de la fuerza del totalitarismo, la necesidad de someterse al destino y al régimen totalitario que pretendía ser la necesidad de realidad objetiva está reflejado en uno de los temas del ballet “Romeo y Julieta”. Se trata del tema del duque que ordena. El tema está lleno de sonidos disonantes. En general, el ballet se considera como un ejemplo de gran maestría del compositor para caracterizar precisamente a un héroe de William Shakespeare con pocos movimientos musicales.
La cantata “Alexandr Nevski” (para la película homónima de Serguéi Eizenshtéin (con frecuencia escrito “Eisenstein”) de 1938) anticipa la entonces futura Gran Guerra Patria de 1941-1945. En concreto, en la parte de la batalla sobre los hielos Prokófiev reconstruye la batalla del siglo XII entre los caballeros teutónicos y el ejercito ruso en el lago, pero la manera de sonidos es muy moderna y hace alusión al enfrentamiento de máquinas militares de Alemania y la URSS.
Entre otras obras del autor se conocen canciones para películas soviéticas, cinco conciertos, nueve sonatas y ciclos “Diez piezas op.12”, “Sarcasmos”, “Fugacidades” (brevedades), “Música infantil” para piano, siete sinfonías, las óperas El jugador, El amor de las tres naranjas, El ángel de fuego, Dueña, Semión Kotkó, Guerra y Paz, los ballets Romeo y Julieta, La cenicienta” o cantata “Alexandr Nevski”.
Ígor Stravinski (1882-1971)
A pesar de que Ígor Stravinski pasó toda su vida en el extranjero ya que no volvió del exilio tras la revolución socialista de 1917, su música está impregnada del espíritu y tradiciones rusas. Su arte “recuerda una catedral gótica levantada sobre la base de la cultura rusa”. Le caracteriza “la europeización rusa”, una tradición del desarrollo de las artes en Rusia bajo la influencia de los movimientos occidentales desde el siglo XVIII.
El ballet creado para las semanas de la cultura rusa en París, Las temporadas rusas de Serguéi Diáguilev, El pájaro de fuego le llevó la fama y aclamación por haber creado “armonías coloridas, aromáticas y picantes, como los decorados y trajes esplendidos del mismo espectáculo”.
El ballet Petrushka muestra los sufrimientos de un héroe muñeco, excéntrico y romántico en contraste con la atmósfera de la fiesta nacional rusa. Se pueden oír allí melodías de canciones y bailes tradicionales.
El ballet La primavera sagrada se remonta con su música a los gritos paganos. Las armonías usadas allí son muy disonantes y así acompañan a las imágenes de la espontaneidad original que reina en un ser humano. Tiene dos partes “El beso de la tierra” y “El gran sacrificio” que reflejan el vínculo enigmático entre la persona y la naturaleza en los tiempos antiguos. El estreno de la obra en 1913 terminó con un escándalo, el público lo aprobó solo en su versión de concierto un año después.
Stravinski es considerado el líder del Neoclasicismo musical. En su ópera Edipo Rey proclama los principios de objetividad y regularidad, el rechazo del interés atento a lo individual y subjetivo. La ópera basada en la tragedia de Sófocles refleja la petición al ser humano de someter sus deseos personales al mando de la historia y se considera como la precursora de la música que mostrará los atributos del totalitarismo.
Entre las obras más destacadas de Ígor Stravisnki están los ballets El pájaro de fuego, Petrushka, La primavera sagrada, Apolo Musaget, El juego a las cartas, Orfeo, Aragón, ópera oratorio Edipo Rey, los espectáculos “La historia de un soldado”, “Polichinela”, “Svádebka” (La Boda) y “Sinfonía de salmos” para coro y orquesta.
Dmitri Shostakóvich (1906-1975), El Cantante del Mal
En la época de Shostakóvich dos sistemas, comunismo y fascismo, a costa de vidas humanas, ciencia y cultura, trataron de dominar el mundo. Se cree que las obras de Shostakóvich logran mostrar el mal absoluto y, como cualquier genio, lo trata de vencer con la armonía de lo bueno. Por ejemplo, en sus sinfonías número 6, 7, 8 y 9 muestra toda la fuerza y abominación del mal opuestas a la energía de una personalidad en lucha y une la herencia de todos los siglos pasados con su música de romanticismo, amor, belleza y fuerza de sentimientos, así como la dignidad humana, frágil y firme a la vez. Sea romance para la película Ovod (El moscardón), de Nikolái Maschenko, basada en la novela de Ethel Voynich, o la segunda parte del Concierto número 2 para piano y orquesta, muestra el amor claro y humanitarismo contrapuesto al odio tododestructor.
Ni una bomba cayó al Leningrado (ahora San Petersburgo) sitiado el 9 de agosto de 1942 durante el estreno de la legendaria “Sinfonía número 7” de Dmitri Shostakóvich. La sinfonía entró en la historia de la música como “Leningradskaya”, “De Leningrado”, y se convirtió en el símbolo de la lucha contra el nazismo. “El himno de los no destruidos” fue la respuesta a Hitler, quien afirmó en el inicio de la guerra que el mismo 9 agosto pero del año 1941 conquistaría la ciudad. El epicentro y apoteosis de la guerra fue el tiempo de la creación de la Sinfonía número 8. La cima de la tensión de la Gran Guerra Patria es su vuelta hacia la victoria (después de la batalla de la ciudad Kursk). El apogeo del elemento destructor cambia allí por el énfasis de ira y protesta, por una voz dolorida que convoca a la razón, conciencia y humanidad.
Junto a esto Dmitri Shostakóvich se percibe como un indiscutible vanguardista que apuesta por la estética del siglo XIX con sus óperas La nariz y Lady Macbeth de Mtsensk. La última fue acusada en el famoso artículo “Caos en vez de música”, en el periódico Pravda, de esnobismo antipopular, formalismo y naturalismo bruto.
En la gran herencia que dejó Shostakóvich hay 15 sinfonías, dos conciertos para piano, dos conciertos para violín, dos conciertos para violonchelo y orquesta, 15 cuartetos de cuerda, dos tríos para piano, un quinteto para piano, sonatas para piano, violonchelo, alto, 24 preludios y fugas para piano, romances y canciones, las óperas La Nariz y Katerina Izmailova, el poema sinfónico vocal “La ejecución de Stepán Razin”.
Alfred Shnitke (1934-1998), poliestilista ruso
Shnitke (a menudo escrito "Schnittke") demostró la universalidad de las culturas del mundo reveladas en diferentes formas. Unió en sus obras “las voces” de diferentes épocas y lenguajes culturales y mezcló estilos de muchos momentos mostrando así memoria histórica. Es el maestro del poliestilismo. Destacaba que “la gente hereda de otras épocas los patrones de referencia de la belleza y poesía, pero los viola hasta que no se pueden reconocer. Pero el mundo moderno no encuentra el lugar ni siquiera para esta belleza traicionada, convulsiva e irritada, con una mueca de dolor en la cara”. El ejemplo de esto es el Concerto grosso número 1, que está escrito en el espíritu de la música de Antonio Vivaldi pero está “corroído” desde el principio.
Alfred Shnitke dejó una gran herencia que comprende todos los géneros principales musicales y sus híbridos: óperas La vida con el idiota, La historia del doctor Johann Faustus, ballets Der gelbe Klang (El sonido amarillo), Peer Gynt, nueve sinfonías, seis concerti grossi, oratorios y cantatas, muchas obras de música instrumental de cámara, cuatro himnos y tres sonatas para piano.
Rodión Schedrín (nacimiento 1932) – El moderno antivanguardista
Rodión Schedrín es uno de los compositores más famosos y grandes de la segunda parte del siglo XX. Tiene su propio lenguaje singular y moderno, pero por ser antivanguardista logró que lo entendieran en vastos círculos de público. Desarrolló mucho la temática rusa con la que creó óperas y ballets a base de obras de Nikolái Gógol, Antón Chéjov, Lev Tolstói, Vladímir Nabókov, o Nikolái Leskov. Es autor de música coral para la liturgia rusa y canciones rusas para orquesta.
Un experimento brusco que posteriormente se convirtió en clásico para muchos compositores fue su Concierto para piano número 2: mezcló la técnica de la música dodecafónica con improvisación de jazz.
Shchedrín acortó, recompuso y reinstrumentalizó la música de la ópera de Georges Bizet Carmen. La coreografía estuvo a cargo del cubano Alberto Alonso. Por sus movimientos atrevidos, llenos de pasión, y por el erotismo mostrado por los bailarines, los mandatarios soviéticos recibieron fríamente este ballet, lo que hizo a Alonso “aligerar” la obra para poder mostrarla en la URSS. El ballet fue creado para la mujer y musa de Shchedrín, la primera bailarina del Teatro Bolshói, Maya Plisétskaya.
A Plisétskaya le dedicó los ballets Anna Karénina, basado en Tostói, y La Gaviota y Dama con perrito, basadas en las obras homónimas de Antón Chéjov. En La gaviota el compositor creó con los medios de la orquesta “un grito de gaviota” bruscamente expresivo, lo que añadió carácter trágico al ballet. Dama con perrito es el trabajo más poético y lírico de todos ballets del compositor, los trajes para cinco duetos de baile fueron obra del famoso diseñador Pierre Cardin.
Compuso un homenaje musical a Johann Sebastian Bach para el 300.º aniversario del nacimiento del compositor alemán. “La ofrenda musical” dura 2 horas y 12 minutos y está creada como una meditación de los mismos oyentes durante la cual cada uno debe participar en un acto de adoración colectiva a Bach.
El mundo del canto antiguo ruso fue recreado en las obras dedicadas al Milenio del Bautizo de Rusia “Versículo para el Milenio del Bautizo de Rusia” y “El ángel sellado”.
También destacan las obras de Rodión Shchedrín como el Concierto para piano y orquesta número 5, las óperas No sólo amor, Boyarynia Morózova, Vagabundo encantado, Lolita, Almas muertas, Oratorio a Lenin, el ballet El caballito jorobado, dos sinfonías para orquesta, humorescas para piano, 24 preludios y fugas y obras para violín y violonchelo.