Pintura rusa de la primera mitad del siglo XIX

Pintura rusa de la primera mitad del siglo XIX Imagen: Karl Briulov. El última día de Pompeya.

Quizá sean los guerreros más pacíficos en la historia. La juventud de estos hombres transcurrió a principios del siglo XIX en Rusia. Todos eran artistas y muy amantes de la libertad. Les tocó vivir el tiempo en el que cambiaron las épocas. La Rusia de aquel entonces aún no se había quitado de encima el peso del régimen de la servidumbre. Los pintores luchaban por la libertad del pueblo ruso… ¿Cómo eran y qué herencia dejaron a la cultura nacional?

 

El siglo de oro de la cultura rusa

Los inicios del siglo XIX fueron un tiempo de auge cultural del país. Retrasado respecto a Europa en el campo económico, Rusia en algunos aspectos artísticos adelantaba a sus vecinos occidentales. La Guerra Patria de 1812 influyó de manera considerable en la formación de la conciencia nacional y en la consolidación del pueblo. Estos procesos sociales se convirtieron en fuentes de inspiración para los artistas. Los pintores tenían cada vez más ganas de salir del marco de las reglas del clasicismo. Según la Academia de Bellas Artes, lo que merecía ser representado en los lienzos eran las escenas de la Biblia o pasajes mitológicos. Sin embargo, los artistas deseaban retratar a la gente común y aspiraban a reflejar sus sentimientos en las obras. Así comenzó una nueva era en el arte ruso: la era del Romanticismo.


Orest Kiprenski

Este pintor es uno de los retratistas más destacados de principios del siglo XIX. Lo que le interesaba en la gente que representaba en sus obras era su alma, su vida espiritual. No le importaba la postura que pudiera adoptar el hombre que posaba, sino sus cualidades, sus emociones. Y Kiprenski consiguió llegar hasta tal punto de maestría que, a pesar de los años y hasta los siglos, parece que uno pueda conversar con las personas que están en sus lienzos, entender lo que están pensando. Entre los métodos que utilizaba el pintor para lograr tales efectos estaba el brusco contraste de luces y sombras. Sus mejores obras las pintó entre los años 1800 y 1810. Su trabajo de mayor repercusión es de 1827. Se trata de un retrato del famoso poeta ruso Alexandr Pushkin, contemporáneo del pintor. Al ver su retrato, Pushkin escribió estas líneas: “Me veo como en el espejo, pero este espejo me adula…”. Sin embargo, los conocidos del gran maestro de la palabra aseguraron que este retrato lo representa mejor que ningún otro. En el cuadro, el poeta está vestido con una chaqueta de color marrón oscuro y lleva un original chal estilo escocés. El cuello blanco de la camisa dirige la atención hacia la cara y a la mirada inspirada de Pushkin. Esta es la imagen romántica que está grabada en la memoria de miles de admiradores del gran poeta.


Vasili Tropinin

La vida y obra de este artista reflejan los cambios que acontecieron en toda la pintura de aquel entonces. Tropinin empezó a pintar al estilo del romanticismo y terminó cambiándolo por el realismo. O sea, cada vez el pintor idealizaba menos a sus protagonistas y trataba de mostrar la individualidad de cada uno de ellos. En sus cuadros la gente aparece muy natural, tranquila y relajada. Además en sus trabajos el artista unió dos géneros: el retrato y las escenas cotidianas, lo que fue un soplo de aire fresco para la pintura rusa de aquel entonces. Hasta sus 47 años Tropinin fue un siervo de la gleba. Quizá por eso conseguía unos retratos de la gente sencilla tan vivos y tan expresivos. Una de sus obras más famosas es el retrato de su hijo. El chico está en movimiento, un poco despeinado, los rayos del sol le iluminan el rostro. Está en un ambiente muy natural para él. El retrato da la sensación de espontaneidad.

Tropinin fija su atención en los detalles. Mediante algunas obras nos quiere acercar a su época. Por ejemplo, en el retrato de una bordadora vemos no solo a una mujer joven, sino sus utensilios para coser, su ropa, lo que nos permite entender mejor cómo es su vida cotidiana.

Karl Briulov

Uno de los mejores discípulos de la Academia de Bellas Artes, Karl Briulov, al graduarse de esta, recibió una beca para ir a Italia y fue en este país donde vieron la luz sus mejores obras. Entre ellas se encuentran maravillosos retratos y lienzos históricos. Siendo alumno muy aplicado de la Academia, Briulov no pudo decir “no” al clasicismo, pero tampoco podía ignorar las nuevas tendencias que cobraban fuerza en el mundo del arte. Dotado de un gran talento, el pintor seguía las severas reglas clásicas pero también daba cierta vitalidad a sus personajes.

La obra de Karl Briulov que conquistó a sus contemporáneos y sigue impresionando a la gente es El último día de Pompeya. El pintor tuvo la ocasión de presenciar las excavaciones arqueológicas de esta ciudad antigua y ahí nació la idea y el deseo de representar esta tragedia, en la que la erupción del volcán Vesubio borró de la faz de la tierra una ciudad entera. Le interesaba mostrar la valentía y la abnegación de las personas en esta situación catastrófica.


Alexandr Ivánov

La idea principal de las obras de Alexandr Ivánov es el renacer espiritual del pueblo ruso. Este artista se dedicó a pintar escenas bíblicas y mitológicas.

Al graduarse de la Academia, se fue a Italia y se quedó para trabajar en el país transalpino. Su obra principal es, sin duda, La aparición de Cristo al pueblo. El pintor estuvo más de 20 años trabajando en esta creación. Ivánov viajó mucho para conseguir la mayor exactitud al pintar los paisajes, los rostros de la gente. Esta minuciosidad y ganas de precisar los detalles son las características del nuevo estilo de la pintura que aparece en Rusia a principios del siglo XIX: el realismo. La idea que tenía el autor del cuadro era representar el momento de la verdad y la esperanza que se reveló a la gente con la llegada de Cristo. Por supuesto, lo que más le costó fue plasmar la imagen del mismo Jesús. Lo buscó en los mosaicos de las iglesias, en las caras de los oradores… Entre la multitud que está representada en la obra se puede encontrar un caleidoscopio de caracteres y personalidades. Alexandr Ivánov volvió a su patria un mes y medio antes de su muerte y trajo al fin La Aparición de Cristo al pueblo a Rusia.


Pável Fedótov

Este artista del siglo XIX fue más allá y no se contentó con representar las escenas de la vida cotidiana de la gente. Sus obras están llenas de ironía y sarcasmo, a veces se burlaba tanto de los funcionarios estatales, como de las reglas de la misma Academia de Bellas Artes. Fedótov estigmatizó los pecados que existen en la sociedad, se reía de los valores falsos, tan apreciados por la élite. La mayoría de su vida estuvo relacionada con el Ejército, lo que luego le ayudó en la creación de sus personajes. Aún estando de servicio, Pável Fedótov comenzó a pintar caricaturas y escenas de la vida militar. Sus obras más importantes fueron creadas entre 1846 y 1852. Una de las más conocidas de este pintor es la denominada El caballero fresco. En este lienzo Fedótov se burla de un funcionario corrupto. Está presumiendo delante de su criada de una condecoración que acaba de recibir. El escenario de su conversación es muy curioso, se trata una habitación totalmente desordenada tras una tertulia que el protagonista tuvo con sus amigos en vísperas. La bata vieja y sucia del funcionario recuerda una toga de los antiguos aristócratas. Unos paralelismos irónicos como este o la mímica elocuente de los personajes es lo que convierte al pincel del artista en un arma muy eficaz contra la hipocresía y falsedad.

Los pintores que crearon en la primera mitad del siglo XIX estaban unidos por las mismas aspiraciones. En una época de profundos cambios sociales sintieron la necesidad de expresarlos en sus lienzos. Cada uno ellos, a su manera, sirvió a los ideales del humanismo, luchó por la libertad de la gente e influyó de modo significativo en la formación de la cultura nacional, que se enriqueció considerablemente gracias a sus esfuerzos y valentía.

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