Historia del islam en Rusia
El islam es la segunda religión por número de fieles en Rusia y una de las cuatro consideradas tradicionales en el país. Presentes en el territorio ruso desde el siglo X, la mayor parte de los musulmanes rusos habitan en la región del río Volga y en el Cáucaso Norte.
Incorporación de las tierras musulmanas al Estado ruso
El periodo presoviético de la comunidad musulmana
Movimientos reformistas en el islam ruso
La situación del islam en la Unión Soviética
El castigo estalinista a los pueblos “traidores”
La “gestión del islam” en la URSS después de la Segunda Guerra Mundial
Desintegración de la comunidad islámica de la URSS
El islam es la segunda religión en importancia en Rusia y una de las cuatro confesiones tradicionales del país.
Se considera que los musulmanes son una parte sustancial de la población rusa pero los datos sobre su número exacto divergen dado que la ley prohíbe recoger información sobre las creencias religiosas durante la elaboración de los censos de población.
Más del 10 % de los 142,9 millones habitantes de la Federación de Rusia pertenece a grupos étnicos que tradicionalmente practican el islam. La mayor parte de los musulmanes rusos se concentra en dos regiones: las repúblicas rusas del Cáucaso Norte (Chechenia, Daguestán, Ingusetia, etc.), excepto la cristiana Osetia del Norte; y la región del Volga (Tatarstán, Baskortostán, Chuvasia, etc.). Algunas etnias musulmanas habitan partes de Siberia, como la republica de Jakasia.
A ello hay que sumar millones de inmigrantes musulmanes procedentes de las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central y del Cáucaso, en particular de Tayikistán, Uzbekistán y Azerbaiyán.
Casi todos los musulmanes de Rusia son sunitas.
Incorporación de las tierras musulmanas al Estado ruso
La mayor parte de los historiadores coincide en que la historia del islam en el actual territorio ruso comienza en 922, año en que adoptó esta religión el pueblo de los búlgaros del Volga, un Estado que existió entre los siglos VIII y XIII en la confluencia de los ríos Volga y Kama. Actualmente en esta área están ubicadas las repúblicas rusas de Tatarstán y Chuvasia.
Cuando los mongoles, un pueblo tradicionalmente de chamanes, conquistaron estos territorios en el siglo XIII, asimilaron parte de la cultura y la religión locales. Tras la desintegración del Imperio mongol, en la década de 1240, en estas estepas de Eurasia se formó el kanato de la Horda de Oro, que oficialmente adoptó el islam en 1312.
La Horda perdió rápidamente su carácter exclusivamente mongol. Si bien la clase dirigente estaba formada por descendientes de los guerreros mongoles, la mayoría de la población estaba compuesta por las tribus locales, cuya mezcla más tarde originó la formación de los actuales pueblos tártaro y baskir, entre otros de los que ahora conforman la comunidad musulmana de estas regiones.
Pese a que los principados rusos fueron cayeron bajo el poder de la Horda, esta no practicaba el proselitismo entre los pueblos conquistados, por lo que en las relaciones entre rusos y tártaros no hubo discordias religiosas.
Es cierto que algunos príncipes rusos, como Mijaíl de Chernígov o Mijaíl de Tver, fueron asesinados en la capital de la Horda, Sarái, por su negativa a adorar ídolos paganos. Sin embargo, los kanes tártaros fueron por lo general tolerantes e incluso eximieron a la Iglesia ortodoxa rusa del pago de impuestos. Por su parte, los príncipes rusos pagaban los tributos aunque en ocasiones se sublevaban contra el dominio tártaro. Y así hasta 1480, año en que el principado de Moscú (que para entonces agrupaba bajo su influencia la mayor parte de los principados rusos) se independizó de lo que quedaba de la otrora potencia mundial musulmana, desintegrada ya en varios kanatos.
Por otra parte en los siglos XIV y XV los rusos contrataban destacamentos de guerreros tártaros para servir, con sus kanes a la cabeza, a los príncipes de Moscú. En medio de constantes guerras intestinas varios guerreros tártaros veían mayor perspectiva en el servicio al emergente Estado ruso que en su lugar de origen. Con el tiempo una gran parte de ellos se convirtió al cristianismo. De ahí que en el listado de aristócratas rusos entraran familias de claro origen tártaro: los Yusúpov, los Cherkasski, los Kutúzov, etc.
Tras la desintegración de la Horda de Oro en varios kanatos independientes, el Estado ruso procedió a su anexión. En 1552 Iván el Terrible conquistó el kanato de Kazán y en 1556, el de Astraján. Más tarde, y también bajo su reinado, Rusia anexó otros Estados islámicos, como la Horda de Nogái y el kanato de Siberia.
Asimismo, a mediados del siglo XVI el pueblo baskir pasó a formar parte de Rusia en función de un acuerdo especial con Iván el Terrible.
El último “fragmento” islámico de la Horda de Oro, el kanato de Crimea, fue conquistado por Rusia a finales del siglo XVIII.
En los siglos XVIII-XIX el Imperio ruso incorporó los territorios del Cáucaso Norte, de población mayoritariamente musulmana.
El periodo presoviético de la comunidad musulmana
Los zares rusos no pusieron gran empeño en cristianizar a la numerosa población musulmana del país, y tan solo se sirvieron de incentivos económicos para estimular la conversión.
Sin embargo, la actividad proselitista musulmana estuvo sometida a duras restricciones y se castigaba con pena de muerte cualquier intento de “circuncidar” a un cristiano. Hasta finales del siglo XVIII también estuvo prohibida la construcción de mezquitas en la gobernación de Kazán. Sin embargo, Rusia fue el país cristiano de la época más tolerante con los musulmanes. Una tolerancia religiosa aún mayor fue mostrada por Catalina la Grande en 1783, cuando el Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa promulgó el decreto Sobre la tolerancia de todos los cultos religiosos y sobre la prohibición a los obispos de injerir en los asuntos de otras confesiones y en la construcción de sus oratorios, cediendo aquello a funcionarios laicos. Los tártaros comenzaron entonces a construir mezquitas. La mayoría de los historiadores coincide en que el motivo del cambio en la política religiosa fue un intento de detener la participación de gran parte de los musulmanes residentes en la región del Volga y de los Urales en la sublevación capitaneada por Yemelián Pugachov, que lideró el levantamiento de los cosacos y campesinos en 1773-1775.
En los años ochenta del siglo XVIII Catalina II promulgó otros decretos que mejoraron la situación del islam en el imperio y en 1784 revistió a la aristocracia musulmana de los mismos derechos de los que gozaban los nobles rusos.
En 1788 Catalina la Grande estableció en Ufá, la principal ciudad de Baskiria, la primera administración religiosa musulmana del país. Posteriormente esta administración, en constante reorganización, extendió sus poderes y dirigió todas las comunidades islámicas sunitas del territorio ruso, a excepción de las situadas en la península de Crimea, el Cáucaso y Asia Central (donde Rusia entró en la segunda mitad del siglo XIX).
Asimismo fue instituido el cargo de gran muftí: la máxima autoridad religiosa de los sunitas rusos. El candidato a este puesto era elegido por el clero musulmán pero debía recibir la aprobación del emperador. La mayoría de los muftíes, al igual que sus ayudantes y gran número de mulás, eran tártaros de Kazán.
Por su parte, los súbditos de Rusia en Asia Central, y en particular en los kanatos de Jivá y Bujará, gozaban de un alto nivel de autonomía y mantuvieron sus tradiciones literarias y religiosas hasta que en la región se estableció el poder soviético.
Tal y como sucedió con el Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa rusa, la administración musulmana fue instituida para afianzar el control estatal sobre el clero, esta vez islámico, y para usar las instituciones oficiales del islam en la política, tanto interior como exterior, del Imperio ruso.
La política religiosa aplicada por Catalina II encontró continuación en el gobierno de su hijo. En 1797 el emperador Pablo I encargó a una imprenta estatal 3600 ejemplares del Corán para su distribución “en las gobernaciones habitadas por pueblos de confesión mahometana”. Cabe notar que la calidad de los libros sagrados musulmanes editados en Rusia recibió elogios de los orientalistas europeos.
A partir de 1805 el Gobierno procedió a organizar la estructura religiosa de los musulmanes del Cáucaso Sur. En 1872 los musulmanes rusos ya contaban con dos administraciones: la chiita, con el jeque del islam a la cabeza; y la sunita, dirigida por el muftí. Como en el caso de la Iglesia ortodoxa, ambas administraciones fueron definitivamente incorporadas al sistema de administración estatal. El clero musulmán recibía salarios dignos, podía salir libremente en peregrinación a La Meca (a mediados del siglo XIX de Rusia salían anualmente entre ocho mil y diez mil peregrinos), construir nuevas mezquitas y fundar madrazas y editoriales de textos islámicos. Por su parte las administraciones religiosas se comprometían a velar por la moral del clero y garantizar su lealtad al zar.
El final del siglo XIX es con frecuencia denominado el “siglo de oro” del islam ruso, que se convirtió en una comunidad muy influyente y respetada en todo el mundo musulmán.
Una importancia especial se atribuyó a la institución del clero militar musulmán. Sus mulás servían en muchos regimientos y recibían el mismo salario, y en ocasiones superior, que los capellanes cristianos. Los reclutas musulmanes juraban la bandera en mezquitas. A partir de 1844 existió un galardón militar análogo a la Cruz de San Jorge pensado para los soldados que no profesasen el cristianismo: su diferencia principal era la presencia del escudo de Rusia en el centro de la medalla, en lugar de la imagen del santo con la lanza. Había musulmanes en los regimientos de la guardia zarista y en la corte imperial, y estudiaban en escuelas militares. Los mejores jinetes del Cáucaso formaron la llamada “División Salvaje”, compuesta por seis regimientos: checheno, ingusetio, daguestaní, kabardino, cherkés y tártaro. Cabe destacar que la primera mezquita que se construyó en Moscú fue erigida para conmemorar las hazañas de los regimientos tártaros y baskires en la campaña contra Napoleón de 1812-1814.
La actitud del Imperio ruso hacia el islam queda resumida con claridad en una frase de un decreto emitido por el Consejo de Estado en 1887: “Los musulmanes son libres de practicar su culto siempre y cuando ello no perjudique a la Iglesia ortodoxa”.
Movimientos reformistas en el islam ruso
Quizá la estrecha ligazón y dependencia del clero musulmán con las autoridades laicas y cristianas fuera la razón de que en la segunda mitad del siglo XIX entre los intelectuales musulmanes de la región del Volga surgiera el movimiento reformista del dzhadidismo. Los dzhadides actuaban por medio de la educación y la ilustración, intentando demostrar a los mulás y a todos los feligreses las ventajas de la civilización moderna. Inicialmente un movimiento educativo, en los años ochenta del siglo XIX el dzhadidismo se convirtió en un poderoso grupo socio-político cuyos miembros demandaban una reforma de la enseñanza religiosa y el desarrollo de la ciencia, la educación y la impresión de libros. Precisamente los dzhadides fueron los promotores de la fundación, en 1905, del primer partido político ruso islámico, el Ittifak al-Muslimin, “Unión de Musulmanes”.
Por otra parte los dzhadides se encontraban bajo una fuerte influencia del pensamiento político europeo, sobre todo de sus ideales constitucionales, al igual que el emergente movimiento Jóvenes Otomanos, surgido en el Imperio turco. Los dzhadides consideraban que el islam no contradice el parlamentarismo y que las ideas de este son la base de la shura (toma de decisiones colectivas), prescrita por el Corán y la sunna. También defendían que el islam no prohíbe estudiar críticamente la historia de los pueblos musulmanes y que, si no había podido crear hasta el momento una cultura ideal, los musulmanes no deberían considerar a sus líderes espirituales de la época portadores de conocimientos absolutos y tendrían que desarrollar una estructura social que fuera más adecuada para el periodo histórico concreto en el que vivían.
Durante la primera revolución rusa, en 1905-1907, la principal demanda de Ittifak al-Muslimin era la concesión a los pueblos musulmanes del derecho de autodeterminación, el cual consiguieron tras la revolución de 1917. Esta nueva situación no tardó en traducirse en un colapso organizativo de la comunidad musulmana en Rusia, cuyas consecuencias se dejan sentir hasta nuestros días.
La situación del islam en la Unión Soviética
Durante todo el periodo soviético la resistencia del islam al ateísmo que intentaba imponer el Gobierno fue más enérgica que la que mostraron los cristianos ortodoxos. Quizá el principal motivo de ello fue que la ortodoxia era la fe tradicional y era profesada por la mayor parte de la población, mientras que el islam ruso se percibía por sus feligreses como un elemento de su identidad étnica.
Durante la primera década del poder soviético la política del Estado ateo fue más favorable con el islam que con las demás confesiones.
Por su parte el clero musulmán mostró total lealtad al poder socialista. En 1926 el congreso de los musulmanes de Tatarstán, Baskiria, Chuvasia, Ucrania y Rusia envió un telegrama de saludo a las autoridades en el que se hablaba sobre una futura unión de todos los musulmanes del mundo “bajo las banderas del poder soviético en aras de la lucha contra el imperialismo”.
Además el clero musulmán coadyuvaba activamente a la política exterior de la Unión Soviética. Por ejemplo, la delegación del clero islámico de la URSS participó en el I Congreso Mundial Islámico en 1926 por iniciativa del diplomático soviético Karim Jakímov.
El año 1927 fue el inicio de la cruzada atea de la Unión Soviética contra el islam. Para 1930 ya se habían cerrado más del 70 % de las mezquitas. Entre el 90 % y 97 % de los mulás no podía ejercer sus actividades.
Al mismo tiempo las autoridades aplicaban todos los esfuerzos para atizar los odios entre las distintas administraciones islámicas y en menos de diez años estas ya se encontraban en grave decadencia.
Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial el Estado prefirió aflojar la presión sobre las religiones tradicionales del país a cambio de su ayuda a la movilización “espiritual”. El islam no fue una excepción. Salvo un triste episodio, característico de aquella época...
El castigo estalinista a los pueblos “traidores”
La colectivización violenta, las deportaciones a Siberia de los kulakí, así como las persecuciones por motivos religiosos hicieron que muchos odiaran el régimen comunista, especialmente los históricamente belicosos pueblos del norte del Cáucaso. En este contexto merece recordar que en el siglo XIX el poderoso Imperio ruso tardó en poner bajo su control esta zona medio de siglo. Finalmente cientos de miles de caucasianos, kalmukos y tártaros de Crimea sirvieron en las legiones alemanas contra sus conciudadanos durante la Segunda Guerra Mundial.
Rechazada la ofensiva alemana en el Cáucaso en el invierno de 1942-1943 y tras la expulsión de las tropas alemanas de Crimea en 1944, Stalin (reduzcamos a esta corta palabra toda la dirección soviética) decidió castigar a estos pueblos, sin distinguir entre cómplices e inocentes. La pena fue la deportación en masa de todos los pueblos del Cáucaso Norte (excepto los osetios) a las estepas de Kazajistán, donde decenas de miles murieron de hambre.
Los pueblos deportados pudieron regresar a las tierras que habitaban a finales de los años cincuenta, una vez denunciados los crímenes de Stalin por Nikita Jruschov.
La “gestión del islam” en la URSS después de la Segunda Guerra Mundial
A partir de 1944 los musulmanes soviéticos se encontraban bajo la administración de cuatro direcciones espirituales independientes: la de Asia Central y Kazajistán (con sede en Taskent, la capital uzbeka), la del Cáucaso Sur (en Bakú), la del Cáucaso Norte (en Buinaksk y actualmente en Majachkalá, capital de la república autónoma rusa de Daguestán) y la de la parte Europea y de Siberia (en la capital de Baskiria, Ufá). El sistema se mantuvo sin variaciones hasta 1989.
La presión sobre los musulmanes (al igual que sobre otras religiones de la Unión Soviética), que se reforzó en la considerada “liberal” época de Jruschov, disminuyó en las décadas posteriores y el clero musulmán se involucró activamente en las campañas pacifistas de la Unión Soviética.
Taskent se convirtió en una especie de “escaparate” del islam soviético donde frecuentemente se celebraban conferencias internacionales cuyo principal objetivo era demostrar la tolerancia de la URSS con el mundo musulmán. En estos acontecimientos también participaban representantes de otras religiones tradicionales, en primer término la Iglesia ortodoxa, hecho que favoreció las relaciones cristiano-musulmanas y fundamentó el actual diálogo interreligioso en Rusia.
Desintegración de la comunidad islámica de la URSS
El punto de partida de la desintegración de la comunidad musulmana de la Unión Soviética fue febrero de 1989, cuando un grupo de líderes espirituales, reunidos en Taskent, en forma de ultimátum demandaron la dimisión del presidente de la Dirección Espiritual de Asia Central, acusado de subordinación al poder ateo, costumbres infieles, etc. Inesperadamente para los reunidos, el entonces secretario del Partido Comunista de Uzbekistán decidió aprobar la dimisión del muftí.
En los tres años posteriores a esta dimisión la Dirección Espiritual de Asia Central dejó de existir (al igual que dejó de existir la URSS) y se dividió en direcciones de cada una de las repúblicas centroasiáticas. En el territorio de estas repúblicas de la desintegrada URSS empezaron a florecer distintas corrientes del islam no tradicional, entre ellas el wahabismo, el principal factor desestabilizador de la región.
Tras la disolución de la URSS también se desintegraron otras direcciones espiritualesrusas. La administración central musulmana del Cáucaso Norte se dividió en siete direcciones. Más tarde a estas siete se sumaron otras dos administraciones islámicas en la misma región.
Acto seguido se vino abajo la dirección musulmana de la parte europea, con sede en Ufá, dividiéndose en las direcciones islámicas de Tatarstán, Baskiria y Siberia.
Finalmente en 1993 resurgió la dirección espiritual de la parte europea de Rusia. En 1996 los líderes de las direcciones más importantes fundaron el Consejo de Muftíes de Rusia, con un presidente a la cabeza elegido para un plazo de cinco años.
Por su parte, los musulmanes del norte del Cáucaso formaron su propio centro coordinador. Al mismo tiempo los muftíes de Daguestán, Chechenia, Osetia del Norte, Adigueya e Ingusetia formaron parte del Consejo de Muftíes de Rusia.
En el Cáucaso Norte se mantiene una confrontación entre el islam “popular” —el sufismo práctico— y el islam fundamentalista (salafismo), con frecuencia llamado “wahabismo”. Los miembros de este movimiento consideran este último término erróneo y prefieren ser conocidos como “salafistas” (y de hecho no corresponden a la corriente “hanbalí”, gobernante en Arabia Saudita).
En los años noventa del siglo pasado el Cáucaso ruso, en medio de un debilitamiento del poder central en el país tras la caída del comunismo, se convirtió en escenario de la propagación del islam radical traído por mercenarios y extremistas árabes procedentes de Arabia Saudita, Jordania, Siria y Afganistán. Estas personas se declararon “emires”, es decir líderes espirituales y militares.
En 1991 los nacionalistas radicales chechenos, liderados por el antiguo general de aviación soviético Dzhojar Dudáyev, proclamaron en Chechenia un Estado independiente, con lo cual dejó de existir la república autónoma soviética de Chechenia-Ingusetia. Los fundamentalistas islámicos respaldaron a los separatistas al considerar este intento el primer paso para convertir Chechenia y el Cáucaso Norte en un Estado del islam “puro” basado en la ley coránica.
Tras los problemas de las tropas federales para restablecer en la república separatista las normas constitucionales del país, los gobernantes chechenos procedieron a una “islamización” total de la vida. En 1996 en algunas partes de la república, divida en zonas de influencia por distintos “comandantes de campo”, dejaron de funcionar los tribunales laicos, siendo sustituida toda la jurisprudencia por la ley islámica (sharia). Se penaba con castigos físicos el uso de alcohol y su comercialización. Con frecuencia los “guardias de la ley islámica” irrumpían en veladas de jóvenes y bodas y prohibían cantar y bailar.
Por otro lado, en la región penetró la estructura de Al Qaeda y creó una gran base de entrenamiento para yihadistas llegados de todos los rincones del planeta. En la ciudad de Urus-Martán se creó un “centro de estudios” salafista dirigido también por radicales islamistas del extranjero. Todo estaba subvencionado por organizaciones musulmanas del golfo Pérsico.
La indefensión de la población local ante los criminales y yihadistas extranjeros, los secuestros de personas para su posterior conversión en rehenes o esclavos y las imposiciones religiosas terminaron por irritar a los habitantes de toda la región. Más aún, desde Chechenia los salafistas intentaron extender su poder a las repúblicas vecinas.
Para el verano de 1999 los salafistas chechenos habían acumulado suficientes recursos y armas para proceder a una agresión contra otras repúblicas del Cáucaso. Su primer blanco de ataque militar fue la vecina república rusa de Daguestán, que ya había sido sometida a un ataque ideológico y en cuyo territorio habían aparecido las primeras poblaciones wahabitas.
En agosto del 1999 los destacamentos de los más cruentos líderes wahabitas, el emir Khattab y Shamil Basáyev, ocuparon varias poblaciones de Daguestán. Los apoyaron los separatistas del enclave salafista. Sin embargo, la gran mayoría de los habitantes de la república no apoyó esta cruzada. Tras un mes de duros combates la ofensiva terrorista fue rechazada, con una contribución a la victoria por parte de la mayoría de los mulás y líderes religiosos daguestaníes. En septiembre del mismo año el Parlamento de Daguestán prohibió el wahabismo.
Tras la expulsión de los destacamentos terroristas del territorio de Daguestán, las tropas federales entraron directamente en la república rusa de Chechenia. A diferencia del primer intento de establecer el orden constitucional en la república, las autoridades rusas ya contaban con el apoyo de los líderes del islam tradicional. Antes de la entrada de las tropas federales y en medio del caos y la falta de poderes estables, contra el salafismo en Chechenia ya se pronunciaba el muftí de esta república, Ajmat Kadýrov, la máxima autoridad sufista (y, por cierto, anteriormente uno de los líderes de separatistas). Nadie se sorprendió cuando Kadýrov decidió apoyar a las autoridades federales rusas al inicio de la operación antiterrorista en Chechenia en 1999.
El restablecimiento del control federal completo sobre Chechenia en esta campaña contra los separatistas conllevó que los islamistas radicales se desplazasen de allí a otras repúblicas norcaucásicas: Daguestán, Ingusetia, Kabardino-Balkaria y Karacháyevo-Cherkesia.
La propagación agresiva de las ideas salafistas en mezquitas que actúan al margen de las autoridades religiosas tradicionales hace que a diferencia de Chechenia, jóvenes de otros territorios norcaucásicos, sobre todo en el vecino Daguestán, se unan a sus filas.
El ideario separatista adjudica un importante papel a la yihad, concebida como una lucha armada por la fe. Entre otras, comparte la idea de que se puede declarar la “guerra santa” tanto a los “infieles” como a los musulmanes del Cáucaso Norte que no apoyen a los separatistas. Tan solo en 2009 en el Cáucaso Norte fueron asesinados cinco imanes “tradicionales” y cinco fueron heridos.
Sin embargo, pese a los actos terroristas en esta región de Rusia y en la parte europea del país, incluido Moscú, en los últimos años la insurgencia terrorista ha sufrido varias derrotas de gran importancia con la pérdida de casi todos sus cabecillas más carismáticos.
Desde el momento del resurgimiento de la comunidad islámica de Rusia han pasado más de veinte años. Por delante queda un largo camino por recorrer ya que hasta ahora no se ha superado el “cisma” entre los musulmanes rusos. Actualmente en el país existen más de cuarenta direcciones espirituales independientes, encabezadas por su respectivo muftí.
No obstante estas dificultades, en el periodo transcurrido millones de personas han tomado conciencia de que son musulmanas y han sido construidas miles de mezquitas y decenas de madrazas. Han aparecido varias editoriales de literatura islámica, cientos de periódicos, sitios web, etc. Hoy por hoy cualquier musulmán puede rezar tranquilamente y comer de acuerdo con los preceptos de su religión, realizar el peregrinaje y estudiar en madrazas extranjeras.
En 2005 el Consejo de Muftíes de Rusia aprobó la fundación del Consejo de Educación Islámica, el cual a su vez formuló el estándar de la enseñanza religiosa islámica superior en Rusia.
Los musulmanes están ampliamente representados en los negocios y los organismos del poder público; la ofensa de sus sentimientos religiosos está penada.