Serguéi Rajmáninov

Serguéi Rajmáninov RIA Novosti

Perezoso, pero con extraordinarias capacidades

Serguéi Rajmáninov (en ocasiones transliterado “Rachmaninov”) nació el 1 de abril de 1873 en una hacienda llamada “Oneg”, situada cerca de la ciudad noroccidental de Nóvgorod, en una familia noble y musical de origen tártaro que había estado al servicio de los zares rusos desde el siglo XVI. Sus progenitores eran pianistas aficionados y fue su madre quien le dio sus primeras lecciones en la hacienda cuando el pequeño Serguéi contaba con tan solo cuatro años de edad.

A la edad de nueve años, las dificultades financieras obligaron a su familia a vender la hacienda y mudarse a San Petersburgo, donde Serguéi tomó clases de piano en el conservatorio. Pero tal institución no sirvió de gran ayuda al joven Rajmáninov debido a lo multifacético de sus habilidades, por lo que no logró aprender mucho. Su abuela lo advirtió y lo llevó a estudiar música religiosa, animándolo a pensar en la música solamente como placer.

En 1888 Rajmáninov empezó a estudiar piano con Ziloti y el arte de la composición con Serguéi Tanéyev y Antón Arenski. Cabe mencionar que en sus primeros años era considerado bastante perezoso, se saltaba la mayor parte de las clases y se pasaba el tiempo patinando. Sin embargo, sus maestros estaban absolutamente asombrados de su prodigiosa memoria ya que solamente con echar un vistazo a una partitura era capaz de tocarla de memoria.

En 1891 Rajmáninov se graduó cum laude en el conservatorio de Moscú (donde décadas más tarde su nombre sería grabado con letras doradas en una placa conmemorativa que todavía adorna la fachada). Antes de graduarse como pianista ese año, Rajmáninov ya había compuesto la que se convertiría en su obra más conocida, el Preludio en do sostenido menor. Con esta pieza, compuesta a la edad de 19 años, Rajmáninov se hizo famoso de la noche a la mañana y además estableció el estilo y el tono general de su música: bastante oscura, melancólica y meditabunda.

Primer éxito

Prosiguió sus estudios y se graduó en composición en 1892. En el conservatorio le otorgaron la medalla de oro por la ópera Aleko, compuesta sobre la base de textos de Pushkin y que fue la primera de las tres óperas que compuso. Sobre la creación de esta obra, Rajmáninov escribió: “en el momento en que tuve la idea del libreto de Aleko corrí a casa tan rápido como mis piernas me podían llevar. Tenía miedo de perder el mínimo minuto... Ardiente de impaciencia, sentía cómo la música para los versos de Pushkin subía como si estuviera hirviendo en mí”. 

Shaliapin, intérprete favorito

Los extraordinarios dones musicales de Serguéi Rajmáninov y el talento único y multifacético de Fiódor Shaliapin —famoso tanto por sus habilidades de actor teatral y escultor como por su voz e interpretación— muchas veces anduvieron de la mano a nivel personal y profesional. Rajmáninov dedicaba sus composiciones vocales a Shaliapin, acompañaba al gran cantante y era uno de los pocos directores de orquestra cuyas instrucciones Shaliapin seguía al pie de la letra. Como colega y amigo, Rajmáninov ejerció una gran influencia en el desarrollo del artista como músico. Por su parte, el compositor nunca podría haber creado muchas de sus mejores obras vocales sin la inspiración de las maravillosas interpretaciones de Shaliapin.

Shaliapin fue el primero en interpretar la mayor parte de los romances de Rajmáninov. En 1899 realizó una interpretación magistral del papel principal en un acto de la ópera Aleko, que 6 años antes había tenido un éxito rotundo en su estreno en el teatro Bolshói, donde obtuvo una calurosa aprobación de Piotr Chaikovski.

Shaliapin disfrutaba interpretando las obras de Rajmáninov, quien lo acompañaba al piano con mucho agrado: “Fue maravilloso acompañarlo disfrutando de su interpretación y complementándola”. Durante varios años consecutivos, los moscovitas tuvieron “la oportunidad de disfrutar de los conciertos únicos e irrepetibles de estos dos artistas, que juntos hacían estremecerse al público con su interpretación incomparable”, recordaría la prima del compositor, Satina.

En enero de 1900, Shaliapin y Rajmáninov fueron a visitar a Lev Tolstói, para quien interpretaron varias canciones pese a estar casi paralizados por su timidez.

En su libro Hombre y máscara Shaliapin rememora este periodo de su amistad: “El destino puso en mi camino a muchas personalidades notables. Mi primer encuentro con Serguéi Rajmáninov se remonta a mis primeros recuerdos, llenos de acontecimientos durante mi estancia en Moscú. El excepcional pianista Rajmáninov es, junto con Toscani, uno de los mejores directores de orquestra que he oído en mi vida. Cuando Rajmáninov tiene en sus manos la batuta, inspira confianza en el cantante. Interpreta el alma misma de la composición con una delicadeza extrema y si se requiere una pausa o una nota suspendida, el cantante puede estar seguro de que se lo indicará de manera perfecta. Cuando él toca el piano, no soy solo yo quien canta: ambos lo hacemos. Como compositor, es la personificación de la sencillez, la claridad y la sinceridad”.

El patrón de toda la vida

Pese a su prometedora trayectoria, el estreno de la Primera sinfonía de Rajmáninov en Moscú (1897) fue un completo desastre: el director de la orquestra, Alexandr Glazunov, estaba borracho y Rajmáninov destrozó las partituras (afortunadamente, parte de las piezas sobrevivieron, lo que permitió la reconstrucción de la obra después de la muerte del compositor). Rajmáninov cayó entonces en una profunda depresión que le impidió componer durante casi tres años. En estas circunstancias el compositor consultó con el doctor Dal, un pionero “hipnoterapeuta” establecido en Moscú. Dal logró que Rajmáninov recuperase la confianza en sí mismo. Como resultado surgió el exitoso Concierto n.º 2 para piano de 1900, que dedicó al doctor. En aquel periodo Rajmáninov recibía constantes peticiones para interpretar el piano.

En la carrera del músico se establecería un patrón que siguió durante toda su vida. Siempre habría una lucha incómoda entre la interpretación y la composición y Rajmáninov se veía en ocasiones inmerso en dudas. “He perseguido a tres liebres. ¿Puedo estar seguro de haber capturado siquiera  una?”, dijo refiriéndose a sus tres carreras musicales: la de compositor, la de pianista y la de director de orquesta.

Reconocimiento universal

En 1899 se convirtió en una figura a escala internacional tras dirigir un concierto con sus obras orquestales en Londres, donde asimismo interpretó algunas de sus composiciones para piano.

Rajmáninov comenzó a trabajar en su Concierto n.º 2 para piano, una de las creaciones más interpretadas en su género, en 1900, completándolo al año siguiente, en el que también creó su Sonata para vilonchelo. Le siguió una cantata, aunque no tan conocida, llamada La primavera, compuesta ya en 1902. Ese mismo año se casó con su prima Natalia Sátina y al siguiente nació su hija Irina.

En 1904 Rajmáninov asumió el cargo de director de orquesta de la Ópera del Teatro Bolshói, en Moscú. Posteriormente, en 1906, realizó dos óperas más: Francesca da Rimini y El caballero avaro. El peso de la dirección de la orquesta del Bolshói llevó a Rajmáninov a pasar algún tiempo fuera de la capital, estableciéndose por un breve tiempo en Dresde, donde trabajó en su Segunda sinfonía, la que dirigió personalmente en su estreno en San Petersburgo en 1908.

Rajmáninov fue un hombre dotado de muchos talentos y estuvo siempre fascinado con todo lo nuevo en el arte y otros ámbitos de la vida. Fue uno de los primeros automovilistas de Rusia y en su finca Ivánovka, ubicada cerca de la ciudad de Tambov, en el centro de Rusia, se adentró en el arte de la agricultura, tratando de facilitar la vida de los campesinos. Incluso inventó una sencilla máquina segadora. La vida en medio de los vastos valles y praderas de Rusia le inspiró la creación de su famoso Concierto para piano n.º 3 en re menor, variados romances y otras composiciones.

Viaje sin regreso

Los primeros años del siglo XX los pasó en un torbellino agotador de interpretación pianística y dirección orquestal. Las obras que surgieron durante este período incluyen el poema sinfónico La isla de los muertos, la sinfonía coral Las campanas y las obras corales a capella La liturgia de san Juan Crisóstomo y Las Vísperas.

Después de la Revolución de Octubre (1917) Rajmáninov decidió salir del país con su familia, por lo que aceptó una invitación para trabajar en Estocolmo. El compositor, su esposa y sus dos hijas salieron de Rusia en diciembre. Rajmáninov se fue y jamás volvió. Se quedó junto con su familia por un tiempo breve en Estocolmo y Copenhague, y en noviembre de 1918 partieron en barco rumbo a Estados Unidos, donde empezó a dar más conciertos, lo que redujo su tiempo para la composición.

El músico también comenzó a trabajar en un estudio de grabación realizando pistas que más de 80 años después siguen estando consideradas entre las interpretaciones más valiosas de todos los tiempos de su propia música y de la de otros compositores.

En su vida personal trató de recrear la paz que había encontrado en Ivánovka mediante la construcción de una villa a orillas del lago Lucerna, en Suiza, lejos de la constante presión de las giras internacionales de conciertos. Ahí compuso Rapsodia sobre un tema de Paganini y la Tercera sinfonía, que en 1939 grabaría con la Orquesta de Filadelfia, agrupación que mantendría una larga relación con su música.

Lejos de su tierra natal, Rajmáninov seguía los acontecimientos de la Unión Soviética. Durante la Segunda Guerra Mundial hizo una donación en la Embajada soviética consistente en los ingresos de algunos de sus conciertos con una nota que decía lo siguiente: “De un ruso como contribución a la continua lucha contra el enemigo. Quiero creer —y así lo creo— que la victoria final será nuestra”.

Rajmáninov fue un compositor excelente de música religiosa y experto en el antiguo canto sacro ruso. Un catálogo detallado de sus obras incluye dos composiciones religiosas muy importantes: La misa de vísperas para voces de muchachos y hombres” y La liturgia de san Juan Crisóstomo para coros mixtos.

Alto, severo y misterioso aficionado a la buena comida

Serguéi Rajmáninov era un hombre alto y siempre tenía que bajar un poco la cabeza cuando entraba en una habitación. Su voz era un poco grave y sus manos grandes pero muy suaves y tiernas. Se movía en silencio, sin prisa y nunca jamás levantó la voz. Tenía unos rasgos regulares, complementados con una frente ancha y prominente, una nariz alargada, aunque algo torcida y ojos profundos y brillantes. Su humor iba de extremo a extremo pero, cuando se reía, su risa era expresiva y sincera. Uno de sus compañeros, el compositor ruso Ígor Stravinski, más tarde describió a Rajmáninov como “una persona de seis pies y medio con el ceño fruncido”.

En efecto, era muy alto, y en público siempre mantenía una expresión algo severa y misteriosa. En privado, sin embargo, mostraba una cara completamente diferente. Los que lo conocían bien destacaban su risa, su contagioso sentido del humor y su afición por la buena comida y el vino. Era un esposo y padre devoto y tenía un gran entusiasmo por la vida.

Su pasión por la técnica llevó al compositor, años después de salir de Rusia, a comprarse una lancha a motor, que pilotaba a gran velocidad por un lago cercano a su casa en Suiza, advirtiendo a sus amigos que no le contasen nada a su esposa.

En sus memorias, el famoso escultor Serguéi Konénkov ofrecería una descripción ilustrativa del gran compositor: “El rostro de Rajmáninov era el sueño de un escultor. Era tan sencillo y, al mismo tiempo, absolutamente único e inimitable... Hay rostros en nuestra vida que con solamente verlos una vez, ya no los olvidamos jamás”.

El aspecto exterior del gran músico se puede observar en su nieto Alexandr, hijo de la menor de sus descendientes, Tatiana. Fue él quien heredó los archivos personales de Rajmáninov, sus anotaciones y cartas manuscritas. Con residencia permanente en Suiza, Alexandr Rajmáninov-Conus a menudo visita Rusia, donde ayuda a organizar concursos de música que llevan el nombre de su abuelo. “Es la mejor política que uno se puede imaginar: puedes estrecharle la mano a tantas personas y hacer muchos nuevos amigos en las altas esferas de la sociedad. Hemos establecido la Asociación Internacional Rajmáninov y llevamos a cabo festivales cada año en Lucerna, Berlín, París, Londres, Nueva York y, por supuesto, Moscú. Festivales, concursos, conciertos. Cada vez más gente en Rusia está despertando a la herencia dejada por uno de los más grandes músicos de este país”, afirma Rajmáninov-Conus.

Las manos del pianista excelente

Pianista excelente, Serguéi Rajmáninov escribía de manera brillante tanto para piano como para orquesta.

Sin embargo, parte de su fama y su brillante manera de interpretación como pianista puede atribuirse a sus manos inusualmente grandes y a sus largos dedos. Podía extender las manos y los dedos por el teclado prácticamente más que ningún otro pianista. Una fracción considerable de su propia música de piano —conocida por sus acordes prolongados y rápidos y sus amplias carreras a lo largo de todo el teclado— son el eco de esta capacidad física única. Todas estas cualidades de estilo, humor y maestría técnica se combinaron para hacer de Rajmáninov uno de los más populares entre los grandes compositores.

Su última obra maestra a gran escala fue Danzas sinfónicas, compuesta en 1940.

“Una música suena en mi cabeza”

Cuando dio su último recital, el 17 de febrero de 1943 en Knoxville, Estados Unidos, el maestro estaba gravemente enfermo. Rajmáninov falleció el 28 de marzo de 1943 en Beverly Hills, California, justo unos días antes de cumplir 70 años. Fue enterrado en el cementerio de Kensico en Valhalla, Nueva York. En las últimas horas de su vida insistía en que oía música procedente de algún lugar cercano. Después de que le reiteraran que no sonaba música por los alrededores, respondió: “Entonces, suena en mi cabeza.”

“Escribo la música que escucho sonar dentro de mí... Soy un compositor ruso, así que mi temperamento, mi aspecto exterior y mi música son rusos en su esencia misma”.

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