Historia del cine ruso
Inicio: cine del Imperio ruso
Las primeras sesiones de cine en Rusia tuvieron lugar en 1896, varios meses después de la primera proyección cinematográfica de los hermanos Lumière. Pero el primer filme de producción rusa apareció en 1908 con el título Stenka Razin. Este cortometraje histórico de seis minutos de duración marcó el nacimiento del cine nacional ruso. La película, basada en una obra sobre el conocido insurgente nacional del siglo XVII, presenta una serie de imágenes sin una trama concreta. Su dirección y presentaciones artísticas eran muy primitivas aunque ya se pueden ver los primeros efectos especiales.
Desde ese tiempo la producción cinematográfica en Rusia comenzó a crecer con rapidez. Para el año 1913 en el país funcionaban más de 1400 salas de cine y 18 empresas cinematográficas. Uno de los principales directores de esta época fue Yákov Protazánov. Sus cintas La dama de picas (1916) y El padre Sergio (1918), basadas en las obras homónimas de Pushkin y Tolstói, son consideradas las principales obras maestras del cine prerrevolucionario. En estos años aparecen también las primeras estrellas del cine ruso, entre las cuales destaca la actriz Vera Jolódnaya, que tuvo miles de admiradores por todo el país.
El cine ruso en los primeros años de la URSS
La revolución bolchevique del 1917 marcó una nueva etapa en la historia del país y en el desarrollo del cine nacional. Tras la victoria de los comunistas, el líder de la revolución Vladímir Lenin pronunció su famosa frase: “De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante”. Con esa afirmación Lenin quería decir que para aquella época el cine (junto con la radio) era el medio de comunicación más eficaz para la formación de las masas, ya que casi el 80% de la población rusa era analfabeta.
En 1919 el Gobierno revolucionario ruso nacionalizó la industria cinematográfica y creó una escuela destinada a formar técnicos y artistas. En los años 20, el joven cine soviético alcanzó extraordinarios éxitos y produjo una serie de obras maestras que hasta ahora son estudiadas en las escuelas de cine de todo el mundo. Los nombres de Serguéi Eizenshtéin (con frecuencia escrito “Eisenstein”), Lev Kuleshov, Vsévolod Pudovkin y Dziga Vertov son internacionalmente conocidos.
Vertov revolucionó el género documental con su innovador filme El hombre con la cámara (1929), Kuleshov fue famoso por elaborar nuevas técnicas de montaje y su discípulo, Vsévolod Pudovkin, destacó por su poderoso drama La madre, adaptación de la novela de Maxim Gorki rodada en 1926.
El director ruso más conocido de aquella época fue Serguéi Eizenshtéin. En 1925 rodó El acorazado Potemkin, considerada una de las más importantes películas de la historia del cine mundial. Este filme introducía un nuevo lenguaje visual, un método de narración cinematográfica revolucionario para aquellos años. La innovadora y atrevida técnica de montaje inventada por Eizenshtéin sirvió de inspiración para el desarrollo posterior del cine.
Durante la década de los años 20 creció la cantidad de estudios cinematográficos en la URSS y empresas dedicadas al cine aparecieron en la mayoría de las repúblicas del enorme país. Georgia, Kazajistán, Armenia, Ucrania y otras repúblicas soviéticas comenzaron a producir cintas en su territorio. Pero los principales productores de cine fueron los estudios de Mosfilm (en Moscú) y Lenfilm (en Leningrado, actual San Petersburgo).
Los años 30: el cine ruso de la época estalinista
En los años 30, las autoridades soviéticas bajo el mando de Iósif Stalin comenzaron una serie de campañas de represión y persecución política más tarde denominada "la Gran Purga". Esos tiempos estuvieron marcados por el aumento del control estatal en todos los ámbitos de la vida y en todas las ramas del arte. El cine de esa época se convirtió en un fuerte medio de propaganda que tenía como objetivo principal divulgar los ideales del socialismo.
El año 1931 destacó por la aparición del sonido en el cine ruso, lo que marcó el fin de la época muda. La cinta El camino a la vida, sobre la dura realidad de un centro de reeducación para niños vagabundos, fue el primer filme sonoro ruso que tuvo gran éxito en la URSS y fue adquirido por 26 países.
Entre los principales cineastas de ese tiempo cabe destacar a Grigori Alexándrov y Mijaíl Romm. Alexándrov fue famoso por sus comedias musicales, en las que participaba su esposa, Liubov Orlova, la superestrella del cine nacional de los años 30. En 1934 Alexándrov rodó la primera comedia musical rusa, llamada Chicos alegres, que obtuvo gran popularidad en todo el país.
Por su parte, Romm ganó fama con sus dos películas sobre la vida de Vladímir Lenin. Las cintas Lenin en octubre (1937) y Lenin en el año 1918 (1939), siendo muy oficiosas, mostraron un atractivo y carismático retrato del líder de la revolución bolchevique. Estas películas iniciaron una larga serie de producciones dedicadas a Lenin a lo largo de la historia de la URSS.
En esta época, también se produjeron muchos filmes biográficos sobre diferentes personalidades: zares, jefes militares, escritores... La mayoría de las obras eran ejemplos de pura propaganda y se caracterizaron por un nivel de dirección y dramaturgia bastante bajo. Los más importantes filmes de esta serie son Alejandro Nevski (1938) de Eizenshtéin, sobre un valiente príncipe y jefe militar ruso del siglo XIII, y Pedro I (1937), que narra la biografía de uno de los más famosos zares rusos, Pedro el Grande.
La Segunda Guerra Mundial: el heroísmo en la pantalla
En junio del 1941 comenzó la Gran Guerra Patria, la etapa más sangrienta de la Segunda Guerra Mundial, que se llevó la vida de más de 26 millones de ciudadanos soviéticos. Durante ese duro tiempo, los estudios cinematográficos del país producían principalmente cintas propagandísticas documentales y de ficción, para mostrar el heroísmo del pueblo ruso en la lucha contra las tropas nazis.
Entre los mejores logros del cine documental de esos años cabe mencionar Moscú contraataca (1942), de Leonid Varlámov e Iliá Kopalin. La cinta sobre los heroicos participantes de la Batalla de Moscú (octubre de 1941 – enero de 1942) se proyectó en Estados Unidos y resultó ser el primer filme de producción rusa que ganó el Oscar.
Entre las cintas de ficción rodadas durante la guerra destaca el drama Arco iris (1944), dirigido por Mark Donskói. El filme cuenta la historia de una guerrillera rusa capturada por los nazis. La heroína pasa por martirios insoportables pero no traiciona a sus compañeros de combate. Arco iris también fue ampliamente mostrada en EE. UU. y en varios otros países.
Pero no solo se estrenaban dramas heroicos en ese tiempo. Para distraer a la gente de la dura realidad de la guerra, se rodaron varias comedias ligeras. Además, en estos años Serguéi Eizenshtéin produjo una de sus principales obras maestras, el drama histórico Iván el Terrible, sobre el cruel zar ruso del siglo XVI, que tanto admiraba Stalin. La primera parte del filme se estrenó en 1944, pero la segunda llegó a la pantalla solo en 1958 debido a la severa censura política.
"El deshielo de Jruschov": un soplo de libertad para la cultura
Tras la muerte de Stalin en marzo de 1953, el poder pasó a las manos de Nikita Jruschov, quien pronto comenzó la campaña de revelación de los delitos de su predecesor. El régimen estalinista fue duramente criticado por sus crueles represiones políticas y el culto a la personalidad del jefe de Estado. El final de los años 50 estuvo marcado por la disminución de la censura política y una cierta democratización de la vida de los ciudadanos soviéticos. Este período recibió más tarde el nombre de "el deshielo de Jruschov".
Estos años fueron de florecimiento para la cultura soviética y en particular para el cine. Al final de la década las pantallas mostraban varias obras maestras sobre la Gran Guerra Patria, que ya no eran instrumentos de propaganda, sino grandes obras del arte. La cinta Cuando pasan las cigüeñas (1957) de Mijaíl Kalatózov es hasta ahora la única película rusa que ha alcanzado el máximo galardón del Festival de Cannes. El filme sobre el trágico destino de dos amantes separados por la guerra conquistó millones de corazones por sus ilustres interpretaciones artísticas, su maestra dirección y el genial trabajo del camarógrafo Serguéi Urusevski.
Otros logros notables de este género fueron las películas La balada del soldado (1959), de Grigori Chujrái; El destino de un hombre (1959), de Serguéi Bondarchuk; y La infancia de Iván (1962), de Andréi Tarkovski. Todas ellas recibieron numerosos premios en diferentes países del mundo y figuran en varias listas de los mejores filmes sobre la guerra en el cine universal.
Pero no solo los héroes de guerra estaban en el centro del arte cinematográfico de ese tiempo. Uno de los principales personajes del cine de la época de Jruschov era el simple obrero, el trabajador que hace todo lo posible para levantar la economía del país socialista. Otros importantes personajes fueron los científicos ya que en los años 60 la ciencia soviética alcanzó destacados logros. La cinta Nueve días de un año (1961) muestra un corto período en la vida de un joven físico nuclear ruso que sacrifica su vida por la ciencia. Ese filme tuvo gran éxito en la URSS y es recordado como una de las mejores cintas soviéticas de los 60.
Sin embargo, las autoridades continuaban censurando muchas obras del cine de ese tiempo. Así, la cinta Tengo 20 años (1964), el sincero y lírico relato sobre la juventud soviética de los 60, se estrenó en una versión abreviada, pero aun así resultó un emblema del "deshielo de Jruschov". El filme fue rodado a la manera documental, con un amplio uso de la cámara de mano y la participación de actores aficionados, lo que fue muy innovador para aquellos años.
La época de Brézhnev: diversidad de géneros en el cine local
Tras el corto período del "deshielo" en la URSS el poder cambió de manos. El gobierno del nuevo mandatario soviético, Leonid Brézhnev, de nuevo comenzó a promover una política cultural bastante represiva y rigurosa. Algunos conocidos escritores y artistas rusos fueron juzgados y luego encarcelados o expulsados del país. La policía secreta rusa (KGB) recuperó casi todo el poder del que había disfrutado en la época de Stalin. Sin embargo, el nuevo curso político estuvo muy lejos de los duros y crueles tiempos estalinistas. A pesar de la censura, el cine ruso de esos años continuó floreciendo y produciendo obras maestras en una amplia diversidad de géneros.
Los años 60 y 70 fueron la "época dorada" de la comedia soviética. Los directores más destacados de ese género son Leonid Gaidái, Eldar Riazánov y Gueorgui Danelia. Sus comedias tuvieron un enorme éxito en los cines de la URSS y muchas réplicas de los personajes de esos filmes pronto se convirtieron en frases hechas. Comedias como La prisionera caucásica (1967) y La mano de brillantes (1969), de Gaidái; Cuida el automóvil (1966), de Riazánov; y Afonia (1975), de Danelia, hasta ahora son muy populares en Rusia.
Las mejores comedias soviéticas ridiculizaban muchos aspectos de la vida del país socialista. Varios chistes fueron rigurosamente censurados antes de que la cinta llegara a la pantalla pero los directores y guionistas a menudo lograban inventar ligeras alusiones en sus obras para engañar a los censores. La mayoría de las comedias de ese tiempo casi no se dieron a conocer fuera de Rusia ya que su humor era muy particular y a menudo difícil de comprender para los espectadores extranjeros.
Además, en los años 60 aparecen varias importantes películas históricas sobre diferentes etapas de la historia nacional. Entre ellas cabe destacar Andréi Rubliov (1966), de Tarkovski, un poderoso drama filosófico centrado en la imagen del famoso pintor ruso del siglo XV. Otro logro importante de ese género fue Guerra y paz (1967), de Bondarchuk, una epopeya cinematográfica basada en la novela de Lev Tolstói, que sigue siendo uno de los más caros filmes de la historia. Esta película fue la primera realización rusa que ganó el Oscar a la mejor cinta en lengua no inglesa.
Otro género muy popular en el cine ruso en los tiempos de Brézhnev fue el "western rojo". La acción de las mejores cintas de aventuras de este género se desarrollaba en los tiempos de la Guerra Civil Rusa (1917–1923), uno de los períodos más dramáticos del país. La definición "western rojo" fue inventada en referencia a los "spaghetti westerns" rodados en Italia en el mismo período. La palabra "rojo" se refiere al Ejército Rojo, el nombre del Ejército soviético hasta mediados de los años 40.
La principal obra maestra en ese género fue Sol blanco del desierto (1969) de Vladímir Motyl. El brillante guión mezcla acción, comedia, música y drama. Las ilustres presentaciones artísticas convirtieron esa cinta en una de las películas más célebres de la historia del cine ruso. Otros "westerns rojos" sobre la Guerra Civil que alcanzaron gran éxito fueron Vengadores no atrapables (1966), de Edmond Keosayán, y En casa entre extraños (1974), de Nikita Mijalkov.
El cine de la URSS ganó prestigio en muchos países y algunos conocidos directores y artistas de Europa y EE. UU. participaron en las producciones cinematográficas soviéticas. Estrellas como Sean Connery, Claudia Cardinale y Sofía Loren actuaron en varias películas rusas de ese período. El director clásico del cine japonés Akira Kurosawa rodó en Rusia uno de sus mejores filmes, Dersú Uzalá (1974), acerca de las aventuras de un cazador de una tribu del Lejano Oriente ruso. Esa coproducción ruso-japonesa tuvo éxito en muchos países y obtuvo un premio Oscar.
El logro más conocido del género melodramático soviético fue Moscú no cree en las lágrimas (1979), de Vladímir Menshov. La cinta, sobre dos chicas de provincias que llegan a Moscú para empezar su carrera en los años 50, batió todos los récordes de taquilla y también ganó el Oscar. En el mismo año, salió a las pantallas la primera cinta de catástrofes soviética, La tripulación, de Alexandr Mittá. El filme muestra el heroísmo de los miembros de la tripulación de un avión que evacúa a los refugiados de un fuerte sismo, y destaca por el uso de efectos especiales revolucionarios para aquel tiempo.
Los años de la perestroika: aún más libertad para el cine
Tras la muerte de Brézhnev en 1982, el régimen soviético poco a poco comenzó a perder su estabilidad. El Gobierno del nuevo inquilino del Kremlin, Mijaíl Gorbachov, intentó reformar el sistema socialista para dar a la sociedad soviética un cierto espíritu emprendedor e innovador. Este proceso, conocido como "perestroika" ("reestructuración" en ruso), estuvo acompañado de una considerable democratización de la vida política y trajo varias consecuencias a nivel económico y social que pronto provocaron el colapso y la desintegración de la URSS.
En los años 80, el cine soviético obtuvo más libertad para tratar los temas que antes el arte socialista había evitado. Por ejemplo, los cineastas comenzaron a presentar nuevos puntos de vista sobre los acontecimientos de la época estalinista. Además, se estrenaron varios largometrajes de los años 60 y 70 que habían sido prohibidos por la censura.
En 1985, en las pantallas apareció uno de los más pavorosos filmes rusos sobre la Segunda Guerra Mundial: Masacre: ven y mira, de Elem Klímov. La cinta relata a través de los ojos de un niño la matanza sistemática de los habitantes de las aldeas bielorrusas durante la ocupación nazi. La producción presenta las atrocidades de los ocupantes con una franqueza y veracidad jamás vistas antes en el cine ruso.
Otro filme importante sobre los años de Stalin fue Mi amigo Iván Lapshín (1984), de Alexéi Guerman. Un drama criminal que se centra en la vida cotidiana de un atrevido policía de provincias soviético de los años 30. Resultó un sincero y triste retrato de la dura época estalinista construido de una manera casi documental.
A fines de los años 80 en las pantallas apareció la primera película con elementos eróticos, Pequeña Vera (1988). En esa fina mezcla de melodrama erótico y drama social, por primera vez los espectadores vieron un acto sexual en el cine soviético. La cinta, sobre dos enamorados que viven en las duras condiciones de una ciudad fabril rusa, ganó enorme popularidad en el país, fue mostrada en EE. UU. y resultó un paradigma de la época de la perestroika.
Entre las comedias de ese período cabe destacar la cinta Kin-dza-dza! (1986), de Gueorgui Danelia. La historia fantástica, ambientada en un lejano planeta, ridiculizaba el absurdo y la confusión de la realidad soviética de esos tiempos. Hasta ahora, esa cinta es considerada una película de culto entre los rusos, y sus diálogos se citan con frecuencia.
La crisis del cine postsoviético
Tras la descomposición de la URSS en 1991, el cine ruso cayó en una larga y profunda crisis. La economía nacional era muy inestable y frágil, muchas instituciones estatales pasaron a manos privadas y una ola de delincuencia y guerras mafiosas azotó el país. El viejo sistema de producción y distribución del cine quedó destruido. Centenas de cineastas quedaron sin trabajo y muchos estudios de cine cerraron.
Se necesitó mucho tiempo para crear una nueva base financiera para el cine ruso, pero incluso en la profunda crisis de los años 90 en las pantallas aparecieron algunos títulos destacados. El largometraje más conocido de esos años fue Quemado por el sol (1994), de Nikita Mijalkov. El drama sobre la época de las purgas de Stalin revela profundamente el ambiente de tensión y de miedo de los duros tiempos de la dictadura estalinista. En el año de su estreno, la película recibió el Gran Premio del Festival de Cannes y el Oscar a la mejor película en lengua extranjera, entre otros muchos honores.
Durante esa década en las pantallas rusas aparecieron varias cintas oscuras y deprimentes que reflejaban la desesperación y peligros de los primeros años postsoviéticos bajo el gobierno de Borís Yeltsin, pero al mismo tiempo se estrenaron algunas comedias cuyos autores se atrevían a hacer bromas sobre esa dura realidad.
El mejor ejemplo de ese género es La ventana a París (1993), una comedia de género absurdo dirigida por Yuri Mamin. Los personajes de esa brillante cinta descubren en su habitación en San Petersburgo una ventana por la cual se puede llegar a la capital francesa. En semejante fantástico ejemplo, los autores de la cinta se imaginan qué podría suceder si un grupo de simples ciudadanos rusos en unos segundos se trasladase desde un país pobre y gris hasta la capital de la moda y el centro de Europa.
Pero la obra cinematográfica más simbólica y notable de esa complicada época es el filme Hermano (1997), de Alexéi Balabánov. El personaje de esa película, un joven soldado ruso, vuelve a su ciudad natal tras cumplir su servicio militar y tiene que rescatar a su hermano de unos criminales. El filme resultó un sincero reflejo de la realidad de los 90 y presentó un nuevo tipo de héroe para ese cruel tiempo: un simple y callado joven que siempre está listo para proteger a sus amigos y seres queridos.
Rodado con muy bajo presupuesto por falta de recursos, Hermano obtuvo gran popularidad en el país. Tres años después se rodó la segunda parte, Hermano II, sobre las aventuras del mismo personaje en Estados Unidos. Esta continuación del filme gozó aún de más popularidad que la primera y resultó la película rusa más taquillera de los años 90.
El cine ruso en el nuevo milenio
A principios de los años 2000 la economía rusa comenzó a restablecerse. El cine nacional también, poco a poco, salía de la crisis. Se crearon muchas nuevas compañías cinematográficas y por todo el país no dejaba de aumentar el número de salas. El sistema de distribución de las películas nacionales también comenzó a fortalecerse. No obstante, el cine ruso todavía no es un negocio lucrativo, ya que la mayoría de los espectadores prefieren ver películas extranjeras, principalmente hollywoodenses.
El primer gran triunfo internacional del cine moderno ruso tuvo lugar en 2003 cuando la cinta El regreso (o El retorno), de Andréi Zviáguintsev (en ocasiones transcrito “Zvyagintsev”) ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. El drama filosófico, rodado en el género de road-movie, se centra en las complicadas relaciones entre un padre y sus dos hijos, que viajan en un coche por el país. Los críticos europeos valoraron muy positivamente el filme y muchos lo compararon con las cintas de Tarkovski, por su trama mística y estilo meditativo. El regreso fue mostrado en cines de numerosos países.
El año siguiente estuvo marcado por otro gran éxito. La película de ciencia ficción Los guardianes de la noche, de Timur Bekmambétov, conquistó las taquillas del país, resultando la producción cinematográfica más exitosa desde los años soviéticos. La película, que narra las aventuras de un grupo de humanos con poderes sobrenaturales en Moscú, destacó por el uso de los más avanzados efectos especiales.
Tras su triunfo en Rusia, Guardianes de la noche llamó la atención de la empresa hollywoodense Fox Searchlight Pictures, que pagó cuatro millones de dólares por los derechos de distribución a nivel mundial de la cinta. En 2006, fue estrenada la secuela, que también gozó de enorme popularidad.
Durante los últimos años, las películas rusas periódicamente llaman la atención de los principales festivales internacionales de cine. En 2010 dos cintas recibieron galardones en Venecia y Cannes. La película Kak ya proviol etim letom (distribuida internacionalmente como How I ended this summer), de Alexéi Popogrebski, ganó los premios al mejor papel masculino y al trabajo de camarógrafo; mientras que el filme Ovsianki (traducido "Verderones" y distribuido como Silent souls), de Alexéi Fedórchenko, recibió varios premios en el Festival de Cannes. Otro nuevo filme ruso, Krai (comercializado internacionalmente con el título en inglés, Edge), de Alexéi Uchitel, fue proyectado con éxito en el Festival de Toronto y presentado por Rusia como candidato al premio Oscar 2011.
El actual cine ruso todavía tiene muchos problemas relacionados con la producción y la distribución, además de una falta de buenos guiones y talentosos jóvenes realizadores. Pero la cantidad de interesantes y notables cintas nacionales crece año a año, lo que da a los espectadores y cineastas la esperanza de que el arte cinematográfico ruso esté en camino de recuperar su prestigio y alto nivel.